Europa permanece a la espera de las medidas de estímulo
La mejora de los indicadores económicos protegerá a las economías europeas de la pérdida de pulso en Estados Unidos
La llegada a la presidencia de Bush coincide con un cambio drástico de escenario económico en Estados Unidos. Esta incertidumbre en las expectativas sobre el crecimiento mundial se añade, por lo tanto, a la que despierta la política exterior de un nuevo Gobierno que viene precedido por un sentimiento nacionalista. La tentación de aplicar medidas proteccionistas puede ser tanto mayor en una coyuntura de desaceleración, de fuerte déficit exterior y de enfrentamiento entre las dos grandes potencias por la liberalización del comercio internacional.
Será inevitable que la ralentización de la economía americana enfríe el ritmo de crecimiento del área euro, tanto por la merma de las exportaciones destinadas a esta economía, que concentra más del 16% del total de ventas extraeuro, como por el descenso de flujos comerciales a otras zonas geográficas afectadas; fundamentalmente, la zona asiática, a la que se destina un mayor porcentaje de exportaciones, en torno al 20%. Durante el pasado ejercicio, la contribución al crecimiento del PIB de la demanda externa se redujo de ocho décimas en el primer semestre de 2000 a apenas una décima en el segundo. Parece razonable que esta tendencia se agudice este año, de forma que el sector exterior puede incluso drenar crecimiento al área euro.
Pocos argumentos positivos concede, por lo tanto, el sector exterior, ante lo que cabe preguntarse sobre el posible relevo de la demanda interna. Cuando menos, los indicadores publicados continúan reflejando cierta recuperación de la confianza de los consumidores europeos, amparada en un mejor tono de los mercados bursátiles y el inicio de la aplicación de medidas de estímulo fiscal en los países centrales del área euro. De mostrarse efectivos ambos factores, y a pesar del retroceso en los índices de expectativas empresariales, la demanda interna podría compensar parcialmente el deterioro del sector exterior.
Ni la Comisión Europea, que ha estimado en menos de dos décimas el efecto de una caída de la actividad estadounidense de dos puntos, ni el Banco Central Europeo parecen alarmados por el efecto de esta revisión de las previsiones. Más difícil de valorar es a priori un cambio en las relaciones entre las dos superpotencias económicas, más por su efecto en el PIB mundial que por el grado de apertura de cualquiera de ellas, donde la dependencia externa tiene una importancia relativa sobre sus respectivas economías. Por el momento, el pilar de su política económica exterior, basada en la defensa de un dólar fuerte que estimule aún las entradas de capitales, no va a sufrir alteraciones significativas.
El margen de maniobra para conservar al dólar en niveles de fortaleza va a ser, sin embargo, más reducido. Los flujos de capital no van a ser insensibles a la desaceleración, después de un lustro en el que ha sido, junto con las ganancias de productividad, la principal variable de ajuste de esta economía. En concreto, las entradas netas de capitales sólo en inversión directa durante los dos últimos años se han aproximado a los 240.000 millones de dólares, financiado la tercera parte del déficit corriente (los flujos de cartera han cubierto el resto).
No obstante, si el área euro es capaz de alcanzar un papel de mayor protagonismo en el sostenimiento del ciclo mundial, cabe esperar una mayor recepción de estos flujos de inversión directa y en cartera. Las peores perspectivas de beneficios empresariales existentes en EE UU responderían a este escenario, reflejándose de forma inmediata las expectativas de los operadores sobre la evolución de las cotizaciones bursátiles.
Bajo estas hipótesis, asumimos un escenario, no de inmunización europea, sino de menor contaminación por la solvencia de los fundamentos domésticos. De hecho, de no haber sido por el pinchazo estadounidense, continuarían siendo válidas previsiones de medio punto por encima sobre el actual 3% que prevemos de crecimiento en el área euro en 2001. Las medidas de la Reserva Federal y del Tesoro de la nueva Administración, una vez que Greenspan ha dado su aprobación a la rebaja de impuestos, tienen un carácter netamente expansivo. Si estos estímulos no son suficientes como para garantizar una recuperación a partir del segundo semestre, los riesgos de que aparezcan desequilibrios cambiarios y problemas de financiación del sector exterior podrían derivar en políticas menos liberalizadoras, optando por negociaciones regionales que pueden frenar aún más la expansión de los flujos comerciales globales. Sin duda, este escenario sería menos estimulante para la economía mundial y, por supuesto, también para la europea.
*Analistas Financieros Internacionales (AFI).
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