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Miles de personas se solidarizan con los 400 inmigrantes encerrados

Miquel Noguer

La situación empieza a ser crítica. Cincuenta inmigrantes se sumaron ayer a la huelga de hambre, cuando algunos de los que ya llevan varios días comienzan a sufrir sus secuelas. Uno de ellos tuvo que ser hospitalizado al agravarse una enfermedad cardíaca que sufría con anterioridad. Otro de los encerrados en la iglesia del Pi también fue evacuado de urgencia después de autolesionarse con un cuchillo. El huelguista sufrió un ataque de nervios poco antes de mediodía y se hizo varios cortes en un brazo ante la mirada atónita de sus compañeros de encierro y de los voluntarios.

Después de este incidente, los responsables de Papeles para Todos, la plataforma de apoyo a los inmigrantes, prohibieron a los periodistas entrar en la iglesia. 'Los inmigrantes están agotados y muy debilitados', aseguró una portavoz. Ante esta situación, el subdelegado del Gobierno para la Inmigración, David Bonet, apeló ayer a la 'responsabilidad' de las ONG y entidades ciudadanas para poner fin a la huelga de hambre tras advertir que las posiciones 'maximalistas y demagógicas' pueden convertir la ciudad 'en un foco de atracción de inmigración ilegal y mafias'. Durante la manifestación de la tarde, Bonet se negó a recibir a los huelguistas.

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Los voluntarios de la Cruz Roja, junto con médicos del servicio de urgencias médicas 061, dedicaron la mayor parte del día a realizar un completo examen médico a los cerca de 400 huelguistas. De ellos, 330 se encuentran sin comer desde hace una semana, y muchos ya presentan evidentes síntomas de desnutrición. El reducido grupo de inmigrantes -apenas una decena- que el jueves decidió dejar de tomar también agua desistió ayer del intento tras el consejo recibido de los equipos médicos respecto al peligro que supone no ingerir líquidos. Una de las tareas en las que se emplean con mayor ahínco los voluntarios de la Cruz Roja es precisamente hacer que los huelguistas tomen agua mezclada con azúcar y preparados ricos en glucosa.

Los nervios representan el segundo gran problema. Las duras circunstancias del encierro y las estrecheces de la iglesia del Pi, donde ya cuesta respirar porque alberga a 330 huelguistas, han provocado más de una disputa interna y los responsables de los comités creados para mantener el orden lo tienen cada vez más dificil para asegurar la buena convivencia que ha distinguido la protesta hasta ahora.

'Necesito estar con ellos'

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Cientos de ciudadanos continuaron ayer acercándose a las iglesias donde hay encierro. Muchos de ellos se limitaban a aguardar en el exterior de los templos viendo el ir y venir de la gente o suscribiendo el manifiesto de apoyo. Pero otros querían más. Como una vecina del barrio del Raval de cerca de 60 años que solicitó a los miembros de la plataforma organizadora que le permitiesen entrar en la iglesia. 'Necesito estar con ellos', insistía antes de buscar un rincón donde sentarse.

Casi al mismo tiempo, llegaba una furgoneta cargada con botellas de agua mineral. Era la aportación de una tienda de la ciudad cuyos propietarios respondían así a las peticiones de ayuda. Pero aún no es suficiente. 'Necesitamos más agua, ropa de abrigo y utensilios de aseo personal', reza una de las pancartas.

Las penurias de los huelguistas ya han cruzado la frontera española. Desde hace unos días algunos diarios paquistaníes y marroquíes están informando de la huelga de hambre, como también lo hace la cadena televisiva Panamericana. Asimismo los inmigrantes encerrados ya tienen su propia página en Internet.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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