Negar la evidencia
No sé qué extraña maldición persigue a los partidos de derecha y de centroderecha en Andalucía, pero parecen tener una tendencia irrefrenable a negar la evidencia y a meterse, como consecuencia de ello, en callejones sin salida.Y no sobre asuntos menores, sino sobre asuntos medulares, que resultan decisivos para la formación de la voluntad del cuerpo electoral en la comunidad autónoma.
En política hay asuntos que son evidentes, que imponen su presencia sin necesidad de que se tengan que aportar argumentos sobre su importancia para la ciudadanía. Son los menos. Y hay asuntos que no son evidentes y que únicamente con un esfuerzo grande calan en la opinión pública. Son los más. Un error es un error y siempre conlleva un coste para quien lo comete, pero el coste no es el mismo cuando se comete respecto de los primeros que cuando ocurre respecto de los segundos. Las consecuencias políticas de los errores sobre asuntos evidentes suelen ser terribles. La huella queda grabada en la ciudadanía y surte efectos de manera muy prolongada en el tiempo.
El centroderecha (UCD) y la derecha (AP) cometieron un error de este tipo en el momento fundacional de la autonomía andaluza. Su política de abstención en el referéndum de ratificación de la iniciativa autonómica (Andaluz, éste no es tu referéndum) les llevó a enfrentarse no con los demás partidos, sino con el conjunto de la ciudadanía, que no entendía por qué Andalucía, habiendo cumplido todos los requisitos exigidos por el artículo 151 de la Constitución, no podía constituirse en comunidad autónoma por la misma vía por la que lo habían hecho Cataluña y el País Vasco. Por eso el 28-F fue el 28-F y continúa siéndolo. Los actores del 28-F no fueron el PSOE, el PCE y el PSA, sino el cuerpo electoral andaluz. Todavía se dejan sentir sus efectos, a pesar de que han pasado más de 20 años. El pecado original de la derecha andaluza ha condenado al PP a ser un partido municipalista, carente de una política andaluza. 'Menos comunidad autónoma, más municipios'. Todas las iniciativas políticas del PP van en la dirección de detraer recursos de la Junta de Andalucía para transferirlos a los municipios. En ningún momento han sido capaces los partidos de derecha o de centroderecha de ofertar al cuerpo electoral un proyecto de dirección política para Andalucía. Y de ahí que, consulta autonómica tras consulta autonómica, los ciudadanos andaluces certifiquen que no consideran al PP un partido de gobierno en nuestra comunidad.
Un error similar lo volvió a cometer en 1994. Si se comparan los resultados de las elecciones autonómicas de 1990 con los de 1994, resulta evidente que el PP era el partido ganador de las siguientes elecciones. La presidencia de la Junta de Andalucía había quedado a tiro de piedra, como vulgarmente se dice. Bastaba con dejar transcurrir con normalidad la legislatura para que Javier Arenas hubiera sido en 1998 presidente de la Junta de Andalucía. Máxime cuando antes tenían que celebrarse elecciones generales que iban a ser ganadas con seguridad por el PP, como efectivamente ocurrió en 1996. Sin embargo, la estrategia de gobernar desde el Parlamento con IU y boicotear la aprobación de los presupuestos, subordinando la política andaluza a la estatal, acabaría obligando al presidente Chaves a convocar anticipadamente las elecciones autonómicas, haciéndolas coincidir con las generales, con el resultado de todos conocido El cuerpo electoral volvió a rebelarse contra la degradación de la autonomía andaluza por la derecha española. Si UCD en 1980 subordinó su política andaluza a su política nacional, el PP hizo lo mismo en 1994. Y la respuesta ciudadana sería similar, relegando al PP a una posición de impotencia en nuestra comunidad autónoma. No ha sido capaz de salir de ella, a pesar de la ola favorable al PP en las elecciones del año pasado. Hay errores que no se olvidan y que no se perdonan fácilmente.
No hay dos sin tres, dice el refrán. Y el PP se ha empeñado en hacerlo bueno. Su reacción a la convocatoria de la manifestación en Algeciras de la Plataforma Antisubmarino, celebrada ayer, vuelve a ser uno de esos errores estratégicos, cuyas consecuencias pueden hacerse sentir durante mucho tiempo.
De la misma manera que en 1980 y en 1994 el PP no entendió que, con su política ante el referéndum del 28-F o sobre la gobernabilidad de la comunidad autónoma, se enfrentaba no con los demás partidos o con el Gobierno de la Junta de Andalucía, sino con el pueblo andaluz en su conjunto, que no podía entender el boicoteo al referéndum o a los presupuestos, ha vuelto a no entender en 2001 que con su rechazo a la manifestación vuelve a ponerse en contra a casi todo el cuerpo electoral, incluida la mayor parte de los votantes del propio PP. La genialidad de Javier Arenas de calificar la manifestación como 'mitin del PSOE' es de las que, con seguridad, se va a tener que arrepentir durante mucho tiempo. ¿Qué más quisiera el PSOE que tener en estos momentos esa capacidad de convocatoria? ¿No se da cuenta nadie en el PP que con ese lema se refuerza todavía más la imagen del PSOE como el partido insustituible de Gobierno en Andalucía? Con dirigentes tan perspicaces como ése, el PSOE puede eternizarse en el Gobierno de la Junta de Andalucía.
Por lo demás, no deja de resultar preocupante que el PP vuelva a confundir el partido con el Estado y haya hecho uso de la Delgación del Gobierno en Andalucía para informar de los asistentes a la manifestación de una manera tan partidista que llega a resultar grotesca. En fax enviado por el Gabinete de Prensa a los medios de comunicación a las 13.41 se cifraba en 6.000 los asistentes a la manifestación. A las 15.29 el número aumentaba mágicamente hasta entre 20.000 y 22.000 personas. ¿No ha escarmentado la derecha con la forma de ofrecer en 1980 los resultados del referéndum en las distintas provincias, intentando ocultar la victoria del sí en varias provincias? ¿De verdad se sigue pensando en el PP que se puede negar la evidencia?
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