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Egipto y Siria piden 'neutralidad' a EE UU en Oriente Próximo

La reunión de los dos principales líderes árabes de Oriente Próximo, Asad y Mubarak, se prolongó durante más de tres horas en Damasco y tuvo como objetivo primordial analizar la situación de la región y coordinar su política con relación a un proceso de paz agonizante, antes de que empiece a funcionar la nueva Administración estadounidense y que el presidente Bill Clinton traspase el poder a George W. Bush, que a partir del 20 de enero será también el responsable en la mediación del conflicto que desde hace 52 años enfrenta a árabes e israelíes.

La cumbre de ayer, la segunda que celebran los dos dignatarios desde que en junio falleciera el presidente Hafez el Asad y le sucediera al frente de la nación su hijo primogénito, finalizó con un enérgico comunicado contra el Gobierno de Tel Aviv, en el que denunciaron las 'agresiones y amenazas permanentes que Israel lanza contra el pueblo palestino y los países árabes', al tiempo que reclamaron la 'solidaridad y la acción común' contra el enemigo. Pero sobre todo el comunicado contenía una advertencia a la Casa Blanca .

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'La nueva Administración de EE UU debe restaurar el maltrecho proceso de paz y desempeñar un papel que sea eficaz, conforme a los principios de neutralidad y no alineamiento con Israel', recalcó Bachar el Asad, en unas declaraciones a la radio estatal de Damasco, al finalizar la reunión. El dirigente sirio formuló asimismo un llamamiento a los países europeos y a Naciones Unidas para que 'ejerzan un papel eficaz en el proceso de paz' y ayuden a la región a 'recuperar su estabilidad', para lo que es imprescindible, entre otras cosas, la devolución de los altos del Golán y la orilla norte-este del mar de Tiberiades.

Reunión árabe

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El espíritu de la cumbre entre Asad y Mubarak sienta las bases y las líneas generales de la próxima reunión árabe, que está prevista para finales de marzo en Jordania, cuando el presidente George W. Bush haya comenzado a ejercer su mediación.

Mientras se celebraba ayer esta cumbre en Damasco estallaba en Gaza una nueva oleada de violencia originada por el secuestro y asesinato de un colono judío en represalia a su vez por otra muerte, la de un ciudadano árabe en Hebrón, asesinado a sangre fría por un grupo de soldados israelíes. La muerte del colono, reivindicada por el movimiento fundamentalista Hamás, dio pie a que más de un centenar de radicales judíos de diversos asentamientos de la franja de Gaza efectuaran una operación de represalia contra la población civil del pueblo de Mawasi, cerca de Khan Yunis, donde destruyeron varias propiedades agrícolas, incendiaron dos casas e impusieron un verdadero toque de queda en la zona durante más de tres horas, hasta que el Ejército de Israel les obligó a volver a sus casas.

Poco tiempo después, dos autobuses y dos coches particulares israelíes fueron tiroteados en el sur de Cisjordania y el sur de la franja de Gaza; no hubo víctimas, según el Ejército israelí.

La muerte del colono provocó la indignación del Gobierno de Barak, que restableció el bloqueo de Gaza, cerró todos sus puntos de entrada y las carreteras, clausuró el aeropuerto internacional y prohibió a los obreros palestinos viajar a Israel para ocupar sus puestos de trabajo. La zona del incidente fue sellada y las autoridades llevaron a término un minucioso rastreo intentando localizar a los autores de la muerte del colono.

El Ejecutivo decidió suspender una cita programada con los palestinos y en la que se iba a intentar una vez más coordinar aspectos relacionados con la seguridad. 'Ha sido un golpe muy duro para el proceso de paz', aseguró Barak en un comunicado oficial, intentando frenar la cólera del movimiento colono y los sentimientos de una población que cada vez más trata de buscar refugio en las fórmulas radicales del partido derechista Likud, y del rival electoral de Barak, Ariel Sharon, el principal beneficiado.

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