'Las ciudades del futuro serán regiones urbanas'
Autor de libros tan aclamados como La metápolis, La república contra la ciudad o Los nuevos territorios de lo urbano, el filósofo francés François Ascher lleva años pregonando un modelo de macrociudad futura ineludible como consecuencia no de los planes de arquitectos y urbanistas sino de las directrices que ha tomado la sociedad. 'Si la primera revolución fue la agrícola, la segunda la industrial y la tercera la de la información, cada una de ellas da lugar a un modelo de ciudad distinto', sostiene. Según Ascher, que visita Barcelona, nuestras urbes se encaminan hacia un modelo de macrociudad irrefrenable caracterizado más por las futuras infraestructuras (trenes de alta velocidad que harán irrisoria una distancia de 100 kilómetros) que por una nueva densidad que, en su opinión, y a pesar de la inmigración, la mayoría de los países europeos -incluido España- no sufrirá. La nueva movilidad del individuo, su independencia -gracias al teléfono móvil y el ordenador-, el miedo derivado del conocimiento -'cuantos más virus se conocen más virus se temen', dice- y la flexibilidad de las relaciones sociales -frente a los antiguos vínculos que unían de por vida- caracterizan a la nueva sociedad. Es preciso encontrar un marco urbano capaz de acoger todos estos cambios. La metápolis, la ciudad que crece más allá de los planes urbanísticos, es el modelo propuesto por Ascher, y su materialización es lo que él llama 'regiones urbanas'.
Pregunta. ¿Cree que no hay alternativa al modelo de región urbana del que habla?
Respuesta. Difícilmente. Es una realidad, la mayoría de la gente vivirá en regiones urbanas. Las necesidades de la sociedad (educación, comunicaciones, comercio, sanidad) necesitan una nueva escala. Será difícil acceder a estos servicios sin vivir en la región urbana que los contenga. En la propia región habrá distintos tipos de vida: más rural o más urbana, pero todos los habitantes utilizarán los mismos servicios.
P. ¿Las infraestructuras organizarán las nuevas ciudades?
R. Precisamente.
P. ¿Y hasta dónde crecerán las urbes? ¿Se convertirán en países ciudad?
R. No creo que lleguen a tanto porque las regiones urbanas serán el resultado de una organización funcional de los servicios. Un país sería, posiblemente, demasiado grande. Muchos países europeos, como Italia o España, no crecerán en los próximos años. No se trata por tanto de densificar el territorio sino de aprovechar mejor las infraestructuras. Eso hará que los servicios estén mejor comunicados y, por lo tanto, el territorio esté más unido. No se trata de construir si no de integrar lo construido. No hay razón para temer un futuro que nos hará la vida más cómoda y mejor organizada.
P. ¿Quién o qué decide cómo crecen hoy las ciudades?
R. Sobre todo, la sociología. Si la gente decide vivir fuera de la ciudad los economistas tendrán que rentabilizar esa decisión y los políticos hacerla posible. Los políticos pueden ayudar o frenar un desarrollo, pero no decidirlo. La gente es la que decide.
P. ¿Cree que el coche sigue siendo el enemigo de las ciudades?
R. Es una herramienta irremplazable. Nadie quiere vivir sin coches. Representa la individualidad, la libertad de movimiento, y eso no desaparecerá. Lo que sí sucederá será su domesticación: los modelos actuales serán reemplazados por otros más limpios, más seguros y más económicos.
P. En su análisis sobre el futuro usted arremete contra la nostalgia del antiguo urbanismo.
R. No podemos utilizar los mismos modelos de crecimiento urbano que la sociedad industrial cuando la nuestra es una sociedad de la información. Además, a diferencia de la revolución anterior, la información no será destructiva con los antiguos centros urbanos. Querrá conservarlos como joyas. Lo que no hará será perpetuar un crecimiento obsoleto de las urbes. Eso sería como si tras la revolución industrial las ciudades hubieran seguido creciendo según el modelo urbano renacentista.
Babelia
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