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EL 'SÍNDROME DE LOS BALCANES'

Plomo, bacterias y uranio empobrecido en Kosovo

La guerra deja un reguero de enfermedades y problemas medioambientales

Jorge Marirrodriga

En la puerta de la casa de Blerta, en una céntrica calle de Pristina, la capital kosovar, hay permanentemente grandes bolsas de basura. 'Menos mal que en invierno huele menos y no hay tantos bichos', comenta la mujer. A pocos metros de allí, en una calle conocida como la vía de los muertos, numerosos talleres mecánicos amontonan baterías de automóvil agotadas y vierten por las alcantarillas el aceite de los coches. Hace frío y de la boca de las alcantarillas surgen columnas de humo fétido, pero caliente, y los niños juegan cerca. 'Tendrían que recoger la basura, pero no hay camiones suficientes', explica Blerta, 'de manera que siempre hay basura en la calle, y en cuanto hace calor es un peligro. Mejor es no ponernos malos'.

La frase de esta ama de casa es compartida por la inmensa mayoría de sus compatriotas, porque la salud y el sistema sanitario son, según datos de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), la mayor preocupación de los kosovares, por encima del desarrollo económico, la educación o los servicios sociales.

Peligro ambiental

Los expertos advierten de que en Kosovo se está produciendo una peligrosa ecuación: una situación medioambiental en el límite y un sistema sanitario casi inexistente. 'La gente está sufriendo enfermedades que ya habían sido olvidadas en el mundo civilizado', se queja un médico de Pristina. La misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Kosovo ha alertado de que hay un poderoso contaminante que está ganando terreno: el plomo. 'Créame, nos preocupa mucho más lo que sucede por la contaminación con plomo que el uranio empobrecido', señala el holandés Eric Schouten, jefe de la misión de la OMS en la región. Pese a ello, la Fuerza multinacional para Kosovo informará a partir de la semana que viene de los lugares bombardeados con uranio empobrecido para que la población evite acercarse a ellos.

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Schouten asegura que la contaminación por plomo se da sobre todo en el oeste de Kosovo (zona donde se encuentran desplegados los contingentes español, italiano y portugués), y que sus víctimas sufren, entre otras disfunciones, cambios hematológicos y anemias. 'Tenemos grandes problemas sobre todo con las infecciones de los niños. Las enfermedades causadas por bacterias también están aumentando', afirma.

Entre los causantes de las infecciones figura en cabeza el descontrol de las aguas fecales. Un estudio realizado por un grupo de expertos internacionales en octubre de 1999 (cuatro meses después del término de la guerra) advertía de que sólo un 30% de la población urbana disponía de alcantarillado y que el 93% de la población rural utilizaba fosas sépticas. El resultado es que este año las aguas residuales han invadido cultivos en la municipalidad de Urosevac (al sur) y que en lugares como Vitina sus habitantes achacan los malos olores y el aumento de enfermedades al vertido incontrolado de aguas residuales río arriba.

A Blerta sólo le importa que quiten las bolsas negras de su vista. Documentos de la OSCE revelan que se están descargando muchas toneladas de basura en fuentes y cursos de agua y que las fábricas que se han puesto a funcionar tras la guerra lo hacen sin ningún control sobre sus emisiones. 'La gente tira la basura donde puede', señala el texto. A esto hay que añadir los casi de 300.000 coches existentes en la región, que no tienen ningún tipo de control y cuyos conductores utilizan tal vez la gasolina (por supuesto con plomo) de peor calidad de Europa. En ciudades como Malisevo, que carece de hospital y apenas está dotada de un pequeño ambulatorio, hay un importante porcentaje de habitantes que obtiene el agua directamente del río, y las enfermedades infecciosas aumentan, especialmente entre los niños. La contaminación del agua no sólo afecta a las personas, sino también al ganado y a los cultivos.

Si los peligros que amenazan la salud de los kosovares son múltiples, los medios para combatirlos no pueden ser más escasos. Según los informes de la OSCE, es habitual que en clínicas y hospitales comarcales falte hasta el equipamiento más básico, y que cuando se dispone de algún aparato, éste tenga 30 años de antigüedad o más. Además, el mantenimiento del material es cuestión más de ingenio que de medios, ya que no hay piezas de repuesto.

Durante la guerra de Yugoslavia, el 52,9% de las instalaciones sanitarias de Kosovo resultaron gravemente dañadas y el 12% resultaron totalmente destruidas. En todo el territorio sólo hay cinco hospitales, y de ellos, únicamente el hospital Universitario de Pristina (dotado de alrededor de 2.300 camas) dispone del material necesario para detectar enfermedades como la leucemia. Para los dos millones de kosovares hay tan sólo 75 ambulancias disponibles, y el número de camas por cada 1.000 habitantes es de 2,2, cifra muy inferior a las 7,3 que como media tienen los países de la UE.

Alta mortalidad infantil

Los datos de la OSCE señalan que la provincia presenta la tasa de mortalidad infantil más alta de Europa, con 27,8 niños muertos de cada 1.000 nacimientos vivos. Finalmente, por cada 30.000 niños menores de cinco años hay un solo pediatra.

'No nos podemos extrañar de lo que pasa', dice Ardit Goshi, propietario de un negocio. 'En Pristina ahora vivirán unas 600.000 personas y sólo hay cuatro ambulatorios. El más moderno tendrá unos 20 años. Si lo que tienes es grave, te envían al hospital, y si no, lo mejor que puedes hacer es ahorrar para ir a una consulta privada', añade. Goshi asegura que incluso hay veces en que los médicos del hospital mandan a los enfermos a las consultas privadas, que frecuentemente están mejor dotadas que los centros públicos. Aquí la motivación personal también entra en juego: un médico con una buena trayectoria y una posición de responsabilidad no gana más de 400 marcos al mes (unas 33.000 pesetas), un sueldo con el que podría comprar sólo 10 cervezas.En la puerta de la casa de Blerta, en una céntrica calle de Pristina, la capital kosovar, hay permanentemente grandes bolsas de basura. 'Menos mal que en invierno huele menos y no hay tantos bichos', comenta la mujer. A pocos metros de allí, en una calle conocida como la vía de los muertos, numerosos talleres mecánicos amontonan baterías de automóvil agotadas y vierten por las alcantarillas el aceite de los coches. Hace frío y de la boca de las alcantarillas surgen columnas de humo fétido, pero caliente, y los niños juegan cerca. 'Tendrían que recoger la basura, pero no hay camiones suficientes', explica Blerta, 'de manera que siempre hay basura en la calle, y en cuanto hace calor es un peligro. Mejor es no ponernos malos'.

La frase de esta ama de casa es compartida por la inmensa mayoría de sus compatriotas, porque la salud y el sistema sanitario son, según datos de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), la mayor preocupación de los kosovares, por encima del desarrollo económico, la educación o los servicios sociales.

Peligro ambiental

Los expertos advierten de que en Kosovo se está produciendo una peligrosa ecuación: una situación medioambiental en el límite y un sistema sanitario casi inexistente. 'La gente está sufriendo enfermedades que ya habían sido olvidadas en el mundo civilizado', se queja un médico de Pristina. La misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Kosovo ha alertado de que hay un poderoso contaminante que está ganando terreno: el plomo. 'Créame, nos preocupa mucho más lo que sucede por la contaminación con plomo que el uranio empobrecido', señala el holandés Eric Schouten, jefe de la misión de la OMS en la región. Pese a ello, la Fuerza multinacional para Kosovo informará a partir de la semana que viene de los lugares bombardeados con uranio empobrecido para que la población evite acercarse a ellos.

Schouten asegura que la contaminación por plomo se da sobre todo en el oeste de Kosovo (zona donde se encuentran desplegados los contingentes español, italiano y portugués), y que sus víctimas sufren, entre otras disfunciones, cambios hematológicos y anemias. 'Tenemos grandes problemas sobre todo con las infecciones de los niños. Las enfermedades causadas por bacterias también están aumentando', afirma.

Entre los causantes de las infecciones figura en cabeza el descontrol de las aguas fecales. Un estudio realizado por un grupo de expertos internacionales en octubre de 1999 (cuatro meses después del término de la guerra) advertía de que sólo un 30% de la población urbana disponía de alcantarillado y que el 93% de la población rural utilizaba fosas sépticas. El resultado es que este año las aguas residuales han invadido cultivos en la municipalidad de Urosevac (al sur) y que en lugares como Vitina sus habitantes achacan los malos olores y el aumento de enfermedades al vertido incontrolado de aguas residuales río arriba.

A Blerta sólo le importa que quiten las bolsas negras de su vista. Documentos de la OSCE revelan que se están descargando muchas toneladas de basura en fuentes y cursos de agua y que las fábricas que se han puesto a funcionar tras la guerra lo hacen sin ningún control sobre sus emisiones. 'La gente tira la basura donde puede', señala el texto. A esto hay que añadir los casi de 300.000 coches existentes en la región, que no tienen ningún tipo de control y cuyos conductores utilizan tal vez la gasolina (por supuesto con plomo) de peor calidad de Europa. En ciudades como Malisevo, que carece de hospital y apenas está dotada de un pequeño ambulatorio, hay un importante porcentaje de habitantes que obtiene el agua directamente del río, y las enfermedades infecciosas aumentan, especialmente entre los niños. La contaminación del agua no sólo afecta a las personas, sino también al ganado y a los cultivos.

Si los peligros que amenazan la salud de los kosovares son múltiples, los medios para combatirlos no pueden ser más escasos. Según los informes de la OSCE, es habitual que en clínicas y hospitales comarcales falte hasta el equipamiento más básico, y que cuando se dispone de algún aparato, éste tenga 30 años de antigüedad o más. Además, el mantenimiento del material es cuestión más de ingenio que de medios, ya que no hay piezas de repuesto.

Durante la guerra de Yugoslavia, el 52,9% de las instalaciones sanitarias de Kosovo resultaron gravemente dañadas y el 12% resultaron totalmente destruidas. En todo el territorio sólo hay cinco hospitales, y de ellos, únicamente el hospital Universitario de Pristina (dotado de alrededor de 2.300 camas) dispone del material necesario para detectar enfermedades como la leucemia. Para los dos millones de kosovares hay tan sólo 75 ambulancias disponibles, y el número de camas por cada 1.000 habitantes es de 2,2, cifra muy inferior a las 7,3 que como media tienen los países de la UE.

Alta mortalidad infantil

Los datos de la OSCE señalan que la provincia presenta la tasa de mortalidad infantil más alta de Europa, con 27,8 niños muertos de cada 1.000 nacimientos vivos. Finalmente, por cada 30.000 niños menores de cinco años hay un solo pediatra.

'No nos podemos extrañar de lo que pasa', dice Ardit Goshi, propietario de un negocio. 'En Pristina ahora vivirán unas 600.000 personas y sólo hay cuatro ambulatorios. El más moderno tendrá unos 20 años. Si lo que tienes es grave, te envían al hospital, y si no, lo mejor que puedes hacer es ahorrar para ir a una consulta privada', añade. Goshi asegura que incluso hay veces en que los médicos del hospital mandan a los enfermos a las consultas privadas, que frecuentemente están mejor dotadas que los centros públicos. Aquí la motivación personal también entra en juego: un médico con una buena trayectoria y una posición de responsabilidad no gana más de 400 marcos al mes (unas 33.000 pesetas), un sueldo con el que podría comprar sólo 10 cervezas.

La OMS estudia la incidencia de la leucemia

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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