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El error de Juana

Le llaman cárcel, pero de prisión sólo tiene la valla exterior. No hay ni celdas, ni rancho. Es un muro para que los reclusos no se escapen. Los más pobres viven a la intemperie o debajo de cuatro latas. Los más afortunados se construyen una habitación. Comen lo que son capaces de conseguir o lo que compran con la ayuda de sus familias. Es más, la administración penitenciaria ni siquiera gasta en la limpieza del recinto. Esa tarea es el castigo que se impone a los internos que infringen el régimen disciplinario. Los presos además tienen que pagar agua, luz y hasta impuestos. Así es la cárcel de Palmasola, en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra. Allí sobrevive Juana Cobo Ruiz Jenny, una malagueña embarazada de casi nueve meses, condenada por tráfico de cocaína. "Estoy arrepentida, fue un error muy grande. Lo que más me duele es que mi familia está sufriendo por mi culpa", se lamenta con un acento boliviano, producto de los tres años y medio que lleva en prisión.Esta malagueña, sin antecedentes penales, trabajaba recogiendo melones en las huertas del Valle del Guadalhorce. Sólo conseguía empleo tres o cuatro meses al año. Muy poco para ella y su hijo Antonio que entonces tenía cuatro años. La necesidad le llevó a enredarse en lo que creía una salida fácil: traficar droga. Ella, que nunca había salido de España, viajó a Bolivia dispuesta a cambiar su vida. Y sí que cambió. El 6 de agosto de 1997 la detuvieron con 50 kilos de cocaína y fue condenada a cinco años y ocho meses de prisión. Cuando ya había cumplido la mitad de la pena, supo que el Tribunal Supremo le amplió el castigo un año más. La sentencia ya es firme y ahora puede pedir la extradición para terminar de cumplir la condena en España. Pero no es fácil. Dentro de un par de meses le darán la libertad condicional, pero si la justicia boliviana y la diplomacia española no lo remedian, deberá permanecer en aquel país hasta completar la condena. "Siendo extranjera, sin trabajo, sin casa y con una niña ¿cómo voy a salir adelante?", se pregunta.

Ya sabe que lo que viene es una mujercita, que nacerá cerca del día de Reyes. Le pondrá Ainara, un nombre que le gustaba mucho a su hermana Carmen, que murió hace unos meses. La Embajada española en La Paz, la Fundación Españoles en el Mundo y sus familiares le ayudarán para que pueda dar a luz en la maternidad de Santa Cruz. Según su abogado, José Alarcón, la fundación intenta que las autoridades aceleren la extradición, que empresas andaluzas ayuden con los gastos de la pequeña y que la Embajada la registre como española.

Mientras el letrado se preocupa de los asuntos jurídicos, Jenny, de 24 años, dice que lo que más valora es su familia porque nunca la abandonó. "Me pesa saber que mi hijo ha aprendido a leer y a escribir sin mí. Eso es algo que nunca podré recuperar", se queja con tristeza. Cuenta también que en estos años ha aprendido a sobrevivir. Desde que llegó a la prisión hasta que pudo comprar una habitación, subsistió "debajo de un árbol".

La madre de Jenny, que vive en una humilde barriada malagueña, confiesa que lo lleva muy mal "porque aquello me recuerda a un campo de concentración". A Ángeles Ruiz, de 64 años, la vida no ha parado de darle palos. Perdió a su marido hace nueve años, Juana cayó presa en una ciudad que ni siquiera sabía situar en un mapa y después perdió a su otra hija víctima de una enfermedad. Con su corto sueldo de limpiadora, no sólo tiene que afrontar los envíos periódicos de ropa y comida a Bolivia y una abultada factura telefónica, sino que además, debe sacar adelante a sus tres nietos. Los dos de la hija que murió y el de Jenny. "Arruiná, estoy arruiná. Somos pobres, así que he tenido que pedir préstamos para poder afrontar tantos gastos. Y ella allí, tan lejos. Es un calvario muy grande".

A principios de enero, Coco, otra de sus hijas viajará a Bolivia para acompañar a su hermana en el parto. Aprovechará para llevarle ropa y "cositas para el bebé". Jenny está pensando que tal vez sería conveniente que se la traiga a la niña a la vuelta, pero no sabe si tendrá valor para separarse de ella. La niña está bien, según el reconocimiento médico que le hicieron el miércoles pasado: "Por lo que se mueve parece que va a ser muy activa". Esta boquerona, que dice que recuperará el acento malagueño en cuanto vuelva a su tierra, ya hace planes para ese día: "Lo primero, abrazar a mi familia. Después, intentar reinsertarme en la sociedad, trabajar y no cometer ningún error más".

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