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Nikolaus Harnoncourt dirige por primera vez el Concierto de Año Nuevo

La 'Marcha Radetzky' abrirá y cerrará el evento

El próximo 1 de enero, en el tradicional Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena se escuchará dos veces la Marcha Radetzky. No sólo para acabar el espectáculo con el acostumbrado acompañamiento de palmas, sino también para iniciarlo. Así lo ha dispuesto Nikolaus Harnoncourt, que por primera vez dirigirá el famoso ritual del concierto de valses en el Salón de Oro del Musikverein de Viena.

La televisión austriaca, en cooperación con la emisora alemana ZDF y la japonesa NHK, retransmitirá el evento a 48 países, a partir de las 11.00. En España lo emitirá Televisión Española a la misma hora. "Salté por los aires de alegría cuando me lo ofrecieron", ha dicho Harnoncourt, de 70 años. Dirigir la Filarmónica de Viena el 1 de enero es un privilegio reservado para muy pocas estrellas. Desde 1980 -y siempre elegidos de forma autónoma por los miembros de la Filarmónica- los agraciados han sido Lorin Maazel, Herbert von Karajan, Carlos Kleiber, Zubin Mehta y Riccardo Muti.A diferencia de sus antecesores, Harnoncourt anunció que no gastará bromas durante el espectáculo porque no siente simpatías por las carcajadas. "Todo optimista parece un tonto, teniendo en cuenta cómo evoluciona el mundo", dice.

No es que este descendiente directo de los Habsburgo se haya propuesto romper las tradiciones por puro gusto. Ni conservarlas. Se sabe que afronta todo legado histórico con espíritu extremadamente crítico pero sin ningún repudio. Cada vez que tiene entre manos una partitura no da tregua hasta no haber explorado todas sus vertientes y sus posibles sonidos. Desde que en 1953 fundó con su esposa Alice la orquesta Concentus Musicus, dedicada en gran parte a la interpretación con instrumentos históricos, se conoce a Harnoncourt por sus búsquedas meticulosas y profundas. Si se propone descifrar las raíces del lenguaje musical es para volver a vitalizarlo. No quiere, dice, hacer "música de museo", ni le gusta que se hable de sonidos "auténticos", porque "es imposible que un órgano suene como antaño cuando hasta el aire ha dejado de ser el mismo. Nadie podrá saber cómo se cantaba en la época barroca mientras no resucite en carne y hueso algún cantante de aquellos tiempos".

El musicólogo Franz Mailer, autor de numerosas publicaciones sobre Johann Strauss y asesor para el repertorio del Concierto de Año Nuevo, no puede ocultar sus reparos. Aunque admira a Harnoncourt por su "ambición de científico", no comparte su interés por la versión reducida (que se acerca más a la versión original que estrenó Johann Strauss padre en 1848) de la Marcha Radetzky, dado que cuando se estrenó se utilizaron pocos instrumentos de viento "sólo por cuestión de emergencia. Era época de revolución, se sufría la crisis y la miseria, faltaban espectadores y había muy pocos músicos". En el repertorio, que como siempre girará en torno a los valses de Johannn Strauss, se pondrán de relieve algunas obras de Josef Lanner, con motivo del segundo centenario de su nacimiento. Siguiendo la costumbre, por televisión se verán escenas de ballet creadas por el coreógrafo de la Ópera de Viena, Renato Zanella, con vestuario del escenógrafo catalán Jordi Roig y de Annette Beaufays. La Polka del Arequín, de Josef Strauss, se presentará en versión bailada sobre la suntuosa escalera del Burgtheater, mientras que en los salones de la Embajada de Francia en Viena el solista Manuel Legris, del Ballet de la Ópera de París, interpretará Der Kobold, de Johann Strauss.

Año tras año, el único factor inmutable del espectáculo es el Salón de Oro del Musikverein, sede de la Orquesta Filarmónica de Viena desde 1870. Su fabulosa acústica es un enigma que nadie consigue descifrar. "Es como el secreto del Stradivarius", comenta Mailer refiriéndose a la singular construcción, de cualidades similares a las de un instrumento musical de enormes dimensiones. A modo de salón colgante, tiene un techo que no se apoya en las paredes y es flexible a las vibraciones de las ondas sonoras, mientras que una sala vacía debajo del salón refuerza el efecto de caja de resonancia.

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