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Entrevista:VICENTE GARRIDO - CATEDRÁTICO DE CRIMINOLOGÍA

"La mayoría de los psicópatas son invisibles para la justicia"

Vicente Garrido (Valencia, 1958) es una de las voces más cualificadas de la criminología española e impulsor de esta moderna disciplina en España. Autor de varios libros, entre los que destaca El psicópata, un camaleón en la sociedad actual, un auténtico best seller en su género, ha dirigido en Vitoria el primer seminario sobre jóvenes con personalidad antisocial y psicopatía, en el que una veintena de especialistas debatieron ante 400 profesionales de la criminología sobre este tema la semana pasada.Pregunta. El término psicopatía está un poco desgastado por el uso. ¿Qué definición tiene para un criminólogo?

Respuesta. Este trastorno se caracteriza por dos grandes puntos. Se trata de sujetos que representan a los delincuentes más violentos y con mayor probabilidad de cometer delitos de manera reiterada. Tienen un estilo de vida muy antisocial. Desde pequeños cometen muchos delitos, abusan del alcohol y de las drogas, fracasan en la escuela a pesar de que son inteligentes y, en general, plantean numerosos problemas al sistema de justicia juvenil. El segundo aspecto se refiere a su personalidad. Es gente sin capacidad de arrepentimiento y con un déficit importante en emociones básicas como el amor o la compasión.

P. Usted habla de la existencia de un 2% de psicópatas en la sociedad.

R. Si, lo que ocurre es que la mayor parte de estas personas no son delincuentes en sentido estricto. Pueden trampear, son inmorales, pero están integrados. Estos son casi invisibles en el ámbito de la justicia, pero son una realidad que afecta a la calidad de vida de la gente que les rodea.

P. Se oye hablar mucho de jóvenes antisociales, pero apenas de jóvenes psicópatas.

R. El porcentaje de jóvenes con mayor riesgo de ser delincuentes adultos, violentos y persistentes, son justamente los que padecen este trastorno.

P. ¿Dónde encaja el terrorismo urbano, la kale borroka, en este perfil de delincuencia juvenil?

R. En un sentido estricto, un trastorno de la psicopatía genera una persona no vinculada con creencias ni convicciones. Dentro de una organización que utiliza la violencia puede haber sujetos con este trastorno, pero no es rentable para ellos. No tienen ningún código ético, ni vinculación alguna con otras personas, ya sean antisociales o no. Utilizan a la gente y siempre buscan un beneficio. Lo que es cierto es que dentro de una organización terrorista de manera temporal una persona con tendencias violentas encuentra un caldo de cultivo.

P. Hay una cierta sensación de infantilización del crimen, es decir, que cada vez los autores son más jóvenes.

R. En parte sí, pero lo más importante no es tanto la disminución de la edad en términos absolutos, sino el hecho de que se cometan crímenes violentos, sin sentido o gratuitos, protagonizados por jóvenes, que antes no se daban. No es tanto un cambio cuantitativo como cualitativo en las acciones protagonizadas por menores.

P. Usted participó en la comisión redactora de la Ley del menor. ¿Comparte la opinión de que las reformas acometidas antes de su entrada en vigor la están desfigurando?

R. Lo que veo es que el problema terrorista lo distorsiona todo, es un cuerpo extraño en una sociedad democrática que lo que hace es extremar una serie de medidas que no tendrían que ser extremas. Esta situación que vivimos va más allá de los límites y estrategias que establecía la ley, pero quizá es un precio que hay que pagar por sufrir este problema.

P. ¿La excepcionalidad que contempla la legislación con menores vinculados al terrorismo es de su agrado?

R. Se trata de un fenómeno que educativamente tiene dificultades para ser defendido, pero que tal vez, dadas las circunstancias excepcionales, se precise algún tipo de medida que proporcione a la sociedad una cierta defensa.

P. ¿Son necesarias las medidas de internamiento?

R. Sí. Pueden ser buenas en la medida en que tengan sentido porque hay gente que sólo puede ser atendida si está privada de libertad, desgraciadamente. Son malas si sólo se basan en el castigo en la punición. Si persiguen una finalidad educativa y trabaja de manera sensata creo que son una medida legítima y adecuada.

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