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Clinton recupera el liderazgo demócrata

El partido comienza a dar la espalda a Gore y a confiar su futuro en el hombre que fue presidente ocho años

Con un 66% de los estadounidenses satisfechos con su trabajo, Bill Clinton ha recuperado su condición de líder del Partido Demócrata tras el naufragio de la candidatura presidencial de Al Gore. Está por ver que los demócratas concedan a Gore otra nueva oportunidad en 2004, pero, entretanto, lo que ya están haciendo es cerrar filas en torno al político que les concedió sus dos primeras victorias presidenciales consecutivas desde los tiempos de Roosevelt.Esa cifra de aprobación profesional de Clinton al final del mandato es más alta que la registrada en las mismas circunstancias por los populares presidentes republicanos Dwight Eisenhower y Ronald Reagan. Y, como señala David Halberstam en la revista Vanity Fair, confirma que Clinton es el político "más brillante de nuestros tiempos" y el que "mejor entiende al pueblo norteamericano".

En agosto, durante la Convención Demócrata de Los Ángeles, Clinton no sólo le traspasó el testigo a Gore; también le entregó un impresionante capital con el que ganar las elecciones: bajos niveles de desempleo e inflación, años de crecimiento económico, ausencia de enemigos exteriores de envergadura, reducción sensible de la delincuencia, explosión de Internet, dominio planetario de los valores estadounidenses... Pero Gore fracasó. Enfrentado a un George Bush que, supuestamente, no estaba a su altura, no conquistó la Casa Blanca en los comicios ni en la agónica batalla de Florida. Gore ni siquiera ganó en su Estado, Tennessee.

Ahora, los demócratas comienzan a pasar factura a Gore, según informa The New York Times, que defendió sus aspiraciones presidenciales. El senador demócrata Joseph Biden ha señalado a ese periódico que a Gore "le va a resultar difícil" conseguir que su partido lo escoja de nuevo en 2004 como su candidato a la presidencia. Gore hizo un maravilloso discurso de aceptación de la derrota frente a Bush, para dejarse abiertas las puertas. Pero, conforme se va enfriando el ardor de la pelea, sus correligionarios se preguntan si no tenía razón el ex senador Daniel Patrick Moyniham cuando les advirtió de que Gore jamás podría conquistar la Casa Blanca.

El resentimiento es mayor por el obvio desprecio que Gore le hizo a Clinton durante su campaña. Afirmando que quería ganar la Casa Blanca por sí mismo, jamás compareció en un acto electoral junto al que todavía es su jefe en la Casa Blanca. Lo citó lo menos que pudo y le prohibió incluso que hiciera campaña por su cuenta.

Las elecciones han demostrado que Clinton es el único demócrata que, por su carisma personal, puede convertir en clara mayoría en las urnas una coalición que incluye a mujeres, negros, hispanos, homosexuales, progresistas, trabajadores industriales y clases medias de los suburbios. Ahora, los republicanos controlan, por primera vez en mucho tiempo, la Casa Blanca y el Capitolio, aunque sea por una escuálida minoría parlamentaria. Convertido de nuevo en fuerza de oposición, el Partido Demócrata se vuelve hacia Clinton para dos tareas: la difusión de su mensaje y la recaudación de fondos.

"Clinton es el presidente saliente y el último ganador demócrata, lo que le convierte en líder de hecho", reconoce Tony Coelho, quien fue jefe de la campaña presidencial de Gore. Clinton, que tiene 54 años, será a partir del 20 de enero el más joven ex presidente de EE UU desde que Theodore Roosevelt dejó el cargo a los 50 en 1909. Con su esposa en el Capitolio, tiene mucho tiempo libre. Pero Tom Daschle, el líder demócrata en el Senado, ya ha adelantado que, además de ocuparse de construir en Arkansas su biblioteca presidencial, piensa seguir "muy activo" en política nacional.

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