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Las estatuas se apelotonarán en El Capricho

Un informe revela que el palacete destinaado a acoger el Museo de Reproducciones es demasiado pequeño

No cabe. Así de simple. El proyecto para trasladar el Museo Nacional de Reproducciones Artísticas desde la Ciudad Universitaria hasta un palacete del parque de El Capricho, en la Alameda de Osuna, es inviable. Al menos eso es lo que dicen los cálculos dimensionales, los números. El Ayuntamiento de Madrid y el Ministerio de Educación, dirigido entonces por Mariano Rajoy, y la Academia de Bellas Artes de San Fernando firmaron el 10 de mayo de 1999 un acuerdo, aún vigente, de cesión al ministerio del palacio madrileño por 50 años para establecer en ese jardín histórico el museo.Vano convenio. Un estudio oficial no difundido, realizado por el arquitecto Manuel Manzano Monís, del Instituto del Patrimonio Histórico, que presupuesta las obras en 500.663.882 pesetas, señala que la extensión útil que el conjunto palaciego ofrecería al futuro museo no supera los 2.196,64 metros cuadrados. Por contra, las exigencias para instalar con racionalidad el Museo Nacional de Reproducciones Artísticas necesita de 4.500 metros cuadrados de superficie útil. Ello invalidaría el traslado, a no ser que el museo quedara reducido a dimensiones tan exiguas, y en un ámbito tan impropio, que resultara imposible desarrollar su función pedagógica, clave para la formación artística de escultores, arquitectos, diseñadores, delineantes, ilustradores y grafistas.

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Además, y sobre todo, las estancias palaciegas son íntimas, de no más de cinco por cinco metros de superficie y, las de más elevado techo, apenas superan los dos metros y medio de altura. Ahora, la actual sede del Museo de Reproducciones Artísticas, en la planta baja del Museo Español de Antropología, que posee hasta 3.000 esculturas con dimensiones de hasta tres metros, cuenta con techos que se elevan hasta 3,70 metros. En su disposición actual, este museo nacional únicamente puede exhibir la mitad de las piezas de arte griego que almacena y la totalidad de las del arte romano, pero en sus almacenes languidece todo el arte oriental, asirio-caldeo, románico, el gótico y toda la estatuaria moderna, épocas escultóricas sin cuyo conocimiento la fundamentación de una profesión u oficio artísticos, incluso de una mera información para estudiantes de Arte o de Historia, carecen de utilidad. Tales carencias expositivas fueron señaladas en el católogo museístico elaborado por la directora del centro, María José Almagro Gorbea, que declina pronunciarse sobre el asunto.

El museo madrileño data del año 1877. Antes de ubicarse en la Ciudad Universitaria estuvo instalado en el Casón del Buen Retiro y en el Palacio de Cristal. En sus depósitos de la Ciudad Universitaria alberga una espléndida réplica de las puertas del Batisterio de Florencia, del sublime Ghiberti, calificadas en su día por Miguel Ángel como verdadera " entrada al paraíso". Sin embargo, este vaciado completo, que mide más de seis metros, nunca pudo ser mostrado al público entero y ha debido ser despiezado para su almacenamiento. Sólo cabe contemplar uno de sus fragmentos.

La sala de exposiciones del museo madrileño -de tres salones de 1.200 metros cuadrados de espacio útil, cien menos que sus almacenes- exhibe una réplica de 156 mármoles del friso del Partenón, excelsa pieza de la escultura universal obra de Fidias, adquirida en 1878 por el Estado español al Museo Británico por 199,3 libras esterlinas- unas cinco mil pesetas-. Otras adversidades con las que toparía el futuro museo, de ser allí trasladado, son la lejanía entre la Alameda de Osuna y los centros madrileños de enseñanza, además de la escasez de transportes. El trasiego de visitantes sobre un jardín histórico como El Capricho dañaría su entidad paisajística, una de las más bellas y delicadas de Madrid.

La Academia de Bellas Artes de San Fernando, en virtud del mismo convenio de cesión, instalaría en la palaciega Casa de Oficios su Sala de Vaciados. "Se previó decorar el jardín con esculturas de resina de epoxi, aglomerado plástico al que se añade polvo de bronce o de mármol", explica José Luis Sánchez, responsable del taller de la Academia.

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