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Rula y la calle

Una cerda encantadora se dio un garbeo el martes pasado por las calles de Alicante.¡Pobre Rula! Quizás se escapó de una granja porcina, harta de alimentos sintéticos prefabricados, y buscó en la calle basura e inmundicia donde hozar con ese morro cilíndrico con que la dotó la naturaleza. En muchas de nuestras calles, la basura y la inmundicia no son extrañas, intuyó el animalito, aunque redomados patriotas locales digan que la limpieza de nuestras calles es conocida en todo el orbe y somos la envidia de los pulcros suizos. En la Confederación Helvética lo denuncian a uno, lo sancionan, le niegan el pan y la sal si arroja una colilla o un papel por la ventana de su vehículo. Aquí somos más liberales y permisivos, y no tan estrictos como las gentes del país alpino cumpliendo la normativa y sancionando en su caso. La pobre Rula es de aquí; desconoce la legislación helvética en torno a la limpieza de las calles, y sabe de nuestra atávica permisividad en cuestiones de limpieza o suciedad en la vía pública.Rula se desenvuelve bien por estos andurriales. Con su pelo de cerda adornado de lunares negros, con sus puntiagudas orejas largas como tetas de cabra, con sus ojillos legañosos y asombrados, se echó a la calle una madrugada de diciembre, y tropezó con el asfalto de la Gran Vía de Alicante. Quizás buscaba la libertad y saltó del transporte que la conducía, hacinada y presa, al matadero. Y la calle, también para ella, es libertad y es desamparo. La calle es el antónimo de cárcel cuando se está entre rejas; es sinónimo de pena para el parado al que despidieron y plantaron en la calle. Hay quien nace en la calle y quien se muere en la calle de dos certeros pinchazos. La calle valenciana es casi siempre fiesta, pero a quienes hacen la calle los relacionamos con la miseria social, la necesidad o la marginación.

A la calle alicantina de Rula, que así la bautizaron sus captores, le dieron heroico fin tres patrullas de municipales, una unidad de bomberos, agentes de la policía nacional, personal de la Sociedad Protectora de Animales y...los anales de este diciembre no indican nada acerca de si se llegó a avisar o no a la División Acorazada Brunete.¡Se acabaron las rulas que iban por las calles de Alicante solas!

Juntos y en grupo,otros nos seguiremos echando a la calle a manifestarnos; juntos se echan los cuerpos jóvenes a la calle a beber, a meterse mano y darse el filete, como escribió Martín Santos; juntos se echan a la calle por el barrio de Aragón, en Valencia, y meten bulla y los decibelios alcanzan límites insostenibles para un vecindario que necesita en la noche el descanso. Y como no hay municipales, ni agentes de policia, ni brigada de bomberos, ni División Acorazada Brunete que haga cumplir los horarios de cierre, pues patrulla el vecindario airado. Un vecindario que amenaza con echar a la calle agua hirviendo y con convertir los balcones en gárgolas, como las que Quasimodo utilizaba en la catedral de París para arrojar a la calle plomo líquido y despejarla de alborotadores en el siglo XV.

Divertidos en exceso los unos, extremados los otros e irresponsablemente permisiva la autoridad de quienes han de procurar la convivencia y la armonía en nuestras calles. Todo fuera de lugar como el garbeo de la pobre Rula por las calles de Alicante. Todo exagerado como el dispositivo que capturó al intrépido animal y lo puso a recaudo.

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