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Tribuna
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Un caso de coherencia

El mismo día en que se preparaba el apagamiento final de Chernóbil el Parlamento Europeo renunciaba en Estrasburgo a pedir el traslado a Gran Bretaña del Tireless, y en el Parlamento andaluz todos los partidos apoyaban a la Plataforma del Campo de Gibraltar contra el submarino atómico: todos los partidos, menos el PP, que en Estrasburgo votó junto a los parlamentarios de todos los partidos británicos, rechazando el traslado y pidiendo, medio año después de la presencia del Tireless en la bahía de Algeciras, información transparente para la población de la zona, que también deberá prepararse para posibles escapes de veneno radiactivo (lo más alarmante es que la información y las medidas de control dependen en último extremo de los mismos individuos que los solicitan en la resolución de Estrasburgo).Me llama la atención la ecuanimidad admirable del PP, capaz en Estrasburgo de ponerse en el lugar de la parte contraria, responsable del submarino, Gran Bretaña, por encima de la seguridad y el interés de los ciudadanos españoles, pero más me asombran los vertiginosos cambios de opinión del PP. El 6 de diciembre Aznar declaró "deseable, lógico y razonable" que el submarino abandonara Gibraltar hacia algún taller del Reino Unido. Este Aznar, que entonces hablaba con The Times, era el mismo que en Madrid había considerado al Tireless un problema insignificante y risible, aunque, según este mismo Aznar, pudiera convertirse en catastrófico si la nave se movía de Algeciras. Según el Gobierno de Aznar y sus expertos, entre julio y diciembre el Tireless ha estado en reparación, en observación y a la vez en perfectas condiciones antes de final de año, listo para el traslado y forzosamente inmóvil, visiones sucesivas e incluso simultáneas, prueba incontestable de que el Gobierno español ha sido estupendamente informado siempre, aunque ahora, en Estraburgo, españoles del PP y británicos de todos los partidos pidan información, más información.

Voy por el Puerto del Cabrito, entre Cádiz y Málaga, cerca de Tarifa. Cruzo, con África a la derecha, entre lomas verdes, cortijos y alambradas y un campo militar: Prohibido el paso. Dejo atrás dos tanquetas, soldados en la hierba, vacas y toros perezosos, famélicos, torres y hélices para cazar la energía del viento. Gibraltar, cuando lo ves llegando desde Cádiz, no es una roca imponente, sino una humilde ternera cansada, echada sobre el agua, hacia el este. Ahí está el Tireless, famoso submarino nuclear, en este día clarísimo. Este submarino se está convirtiendo en el símbolo del Gobierno de Aznar: errático y a la vez rotundamente quieto, o sólo inseguro, ignorante. No hay que mover el submarino, aunque, alguna vez, moverlo parecía lógico, deseable y razonable. ¿No son lógicos, deseables, razonables, los votos del PP en Estrasburgo? ¿No era lógico, deseable ni razonable Aznar cuando empleaba sus tres rotundos adjetivos en sus declaraciones a The Times? Puede que sólo continúe aquel gusto del franquismo por reservar su cara más sensata para los periódicos extranjeros, mientras Chaves se pone a la cabeza de la plataforma ciudadana contra el submarino nuclear.

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