Buena salud
En un mundo de extensiones cada vez más globales, y donde los juegos de espejos tienden a repetir las mismas imágenes homogéneas, no importa que se viva en Bangkok que en Santiago, en Lagos que en Bruselas, se da por entendido que hay también un idioma global, el inglés, que se encarga de ejercer el papel de lingua franca para descifrar todas las operaciones posibles, sean financieras o culturales, cibernéticas o políticas; el mismo papel que el latín tuvo hace dos milenios en el apogeo de aquel otro mundo global que recibía sus impulsos desde Roma y los extendía por el universo conocido, tal como estaba entonces inscrito en los pergaminos cartográficos.¿Quién se atreve a discutirlo? Es el inglés el idioma que hablan preferentemente las computadoras, el que baja de los satélites guardianes, el que usan los controladores de vuelos en todo el mundo, el idioma de trabajo de las organizaciones que mueven las mercancías por el globo, como por ejemplo, el Grupo Asiático de Comercio; el que se usa en los laboratorios de investigación científica en Alemania, o Suecia, o Brasil, para encontrar nuevas enzimas, o descubrir nuevas vacunas; el idioma del Banco Central Europeo, que no tiene siquiera su sede en Londres, sino en Francfort.
Es lo que usted y yo creemos ¿no es cierto? Que el inglés es el idioma universal sin desafíos, porque lo hablan los técnicos financieros del FMI que uno se encuentra en el ascensor del hotel, en Manila o en Managua, y porque en inglés están escritos los manuales que vienen con las computadoras en sus cajas. Pero resulta que no lo es. Y, de acuerdo a los estudios de la firma consultora The English Company UK, con sede en Londres, tampoco va a serlo en el futuro. El chino es el que despunta como el idioma dominante. Es ya el idioma materno de cerca de mil doscientos millones de seres humanos, y sólo menos de cuatrocientos millones hablan el inglés como su primer idioma, en un distante segundo lugar. Y dentro de cincuenta años, el inglés habrá sido desplazado de ese segundo puesto por el grupo lingüístico surasiático compuesto por el hindi y el urdu. ¿Y el español? Pisándole los talones al inglés, casi en un empate técnico, estarán el español, y el árabe. Nada, pues, de idiomas únicos globales.
Además, el estudio de The English Company UK afirma que todos aquellos que usan el inglés para operaciones como las del tráfico aéreo, o las computadoras, no necesariamente lo dominan como lengua, ni tampoco todos aquellos que dicen hablarlo como segundo idioma en Europa, o en América Latina. Un buen porcentaje de quienes lo utilizan para los negocios, o asuntos profesionales, no aprobarían un examen de eficiencia completa en su manejo. Millones de gentes tienen un conocimiento básico y limitado del inglés, que les sirve de poco cuando se salen de su especialidad, y como en el caso de los pilotos y controladores aéreos esta limitación puede llegar a ser catastrófica en caso de emergencias.
El manual de Inglés Especial de la Voz de América, por ejemplo, contiene un vocabulario básico de 1.500 palabras apenas, cuando el Diccionario Oxford, el equivalente de nuestro Diccionario de la Real Academia, contiene 750.000. Con base en ese diccionario para párvulos es que se preparan lo boletines de noticias que son transmitidos diariamente a millones de oyentes, que al apagar su radio en las noches, y darse por servidos, se quedan con la ilusión de saber muy bien una lengua que no conocen sino de manera elemental.
El español, como lengua agresiva, y creativa, ya se ve, está en la pelea y se apunta desde ahora entre los primeros cuatro lugares en el mundo global. El artículo '¿Qué lenguaje global?', de Bárbara Walraff, publicado en The Atlantic Monthly, nos informa que el inglés está siendo desafiado aún dentro de su patio principal, los Estados Unidos, por el español. Según los censos, el número de hispanoparlantes creció en la última década en más del cincuenta por ciento, y aún una ciudad tan pequeña y remota como Sioux City, en Iowa, tiene su propio periódico en español; y uno de los canales hispanos de televisión en Nueva York, donde la población latinoamericana alcanza el treinta por ciento, aparece en las encuestas de audiencia disputando los primeros lugares a las estaciones que transmiten en inglés.
Ésas son, pues, las noticias. Una lengua como la nuestra, que crea puentes, y viaja lejos, que se transforma, crece y renace mientras viaja, no puede sino gozar de buena salud, y prepararse para ser cada vez más universal.
Sergio Ramírez es escritor nicaragüense.
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