Tiempo de reposiciones
Una acertada política de reposiciones es algo fundamental en la vida de un teatro: se consolidan las creaciones propias; se reafirma un determinado estilo de trabajo; se rentabilizan logros artísticos. El Teatro de la Zarzuela inició ayer -un día después de lo previsto debido a la huelga de funcionarios- una revisión de dos de sus montajes de género chico: La patria chica y El dúo de La africana. La impresión que el paso del tiempo imprime sobre ambos no puede ser más diferente. El de La patria chica -título muy endeble, sobre un libreto infumable- no tiene ningún interés; el de El dúo de La africana es una joya. Las dos zarzuelas van, en cierto aspecto, sobre baturros y andaluzas, pero no se comprende muy bien por qué se presentan juntas.Una reposición de un montaje tan emblemático como el de José Luis Alonso para esa maravilla musical y teatral de pura orfebrería que es El dúo de La africana exige un nivel musical de empaque para no convertir la concepción general del espectáculo en una caricatura. Dicho de otra manera, una reposición no tiene por qué llevar consigo una simplificación de las condiciones artísticas, sino todo lo contrario.
El dúo de La africana
De Fernández Caballero, con libro de Miguel Echegarray. Con Luis Álvarez, Milagros Martín y Juan Carlos Barona.La patria chica. De Ruperto Chapí, con libro de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. Con José Manuel Montero, Rafael Castejón, Arantza Irañeta y Marco Moncloa. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Dirección musical: José Fabra. Dirección de escena: Juanjo Granda. Teatro de la Zarzuela, 15 de diciembre.
Lo ofrecido ayer en La Zarzuela es, a todas luces, manifiestamente mejorable. Requiere, de entrada, un director musical con un poco más de chispa, de alegría. Requiere unos cantantes-actores con más desparpajo en sus cometidos musicales y con una teatralidad más suelta, con la ironía sutil por encima de la comicidad inmediata. Con esas condiciones, el personaje más logrado fue el Querubini por Luis Álvarez.
Algunos números se resienten: el dúo de la Antonelli y Giussepini, con la jota; otros mantienen su asombrosa lucidez como el coro de la murmuración. La dirección escénica de Juanjo Grande se ciñe a las indicaciones del original de José Luis Alonso, aunque acentúa excesivamente en ocasiones lo evidente.
Sobre La patria chica será mejor correr un tupido velo. Dominó, de principio a fin, el aburrimiento. El público, en cualquier caso, se divirtió con naturalidad y sin mayores exigencias. Lo pasó bien.
Babelia
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