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LA OFENSIVA TERRORISTA

El edil que celebró la victoria ajena

El carácter extrovertido de Cano le llevó a festejar el resultado de las municipales con CiU y a entrar en el gobierno de Viladecavalls

Miquel Noguer

Los vecinos de Viladecavalls guardan una imagen de Francisco Cano del 14 de junio de 1999. El edil asesinado ayer había revalidado en las elecciones celebradas ese día su puesto como concejal del PP. Lo celebró por todo lo alto. Pero no lo hizo solo. Para festejarlo no dudó en unirse a los votantes y concejales de Convergència i Unió, que habían conseguido una arrolladora mayoría. "Estaba tan contento como si hubiera ganado él", recordaba ayer un funcionario del Ayuntamiento. Hizo bromas e incluso cuentan que acabó cantando en un karaoke. "No veas qué voz tenía", recuerda un funcionario.Esta actitud refleja fielmente el carácter de Francisco Cano, de 45 años, casado y con dos hijas, que llegó a Terrassa desde La Carolina (Jaén) con la oleada de inmigrantes andaluces de los años cincuenta. Cuando dejó los estudios empezó a luchar para crear una pequeña empresa de fontanería y electricidad. Con los años, ésta fue creciendo y últimamente había conseguido convertirla en un negocio de futuro. En 1992 se mudó a Viladecavalls, una población de 5.100 habitantes entre el área metropolitana de Barcelona y la Cataluña interior. Cada día se desplazaba a trabajar a Terrassa, a cinco kilómetros, donde tenía su empresa. Tres o cuatro días por semana se escapaba para acudir al Ayuntamiento de Viladecavalls. Sacaba las horas de donde podía, pero casi nunca fallaba.

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Sus allegados lo describen como un hombre amante de la fiesta, amigo de sus amigos y con vocación de servicio. Así, decidió afiliarse al PP y representar a este partido en un pueblo de clara mayoría nacionalista. La decisión sorprendió a más de un vecino que lo describe como "un trabajador incansable" y que siempre encontraba tiempo para los otros.

Un funcionario municipal recordaba el buen entendimiento de Cano con el resto de concejales y en particular con los de CiU. Esta buena relación le llevó a entrar en el Gobierno municipal el año pasado pese a que los nacionalistas no necesitaban su voto. Y eso que no se hizo cargo de ninguna bicoca sino del departamento de Obras y Servicios, un área peliaguda en un pueblo con grandes urbanizaciones y muchos kilómetros de calles donde siempre falta una farola aquí o una capa de asfalto allá. Y sus conciudadanos se lo recordaban constantemente. Sin embargo, el presupuesto del ayuntamiento, de poco más de 600 millones, le permitía pocas alegrías y sus disputas con el secretario municipal eran habituales por este motivo. Quería sacar dinero de debajo de las piedras.

Pero estas disputas solían acabar con una conversación de amigos alrededor de una buena botella de vino de las que Cano atesoraba en la pequeña bodega que había montado en su casa.

Las últimas semanas se había dedicado a decorar el pequeño jardín de su casa para la Navidad. El sábado, su amigo Francisco Navarro alabó el resultado. "La Navidad hay que vivirla", respondió Cano. "Ya tenemos suficientes problemas".

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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