Un poco mejores

Se convierten en perros, ancianos o bebés, y en todo sale una parodia graciosa y no hiriente, un humor profundo y escasamente crítico. Tricicle es un clásico del teatro sin lenguaje, como otras grandes compañías fundadas en Cataluña hacia la misma época: estos cumplen veinte años, y el tiempo ha servido para hacerles un poco mejores. No digo mucho, porque eran ya excelentes. Con veinte años más la flexibilidad corporal sigue siendo la misma, y la mímica.Me sorprendieron cuando llegaron a Madrid la primera vez, me siguen sorprendiendo aunque los números que forman el espectáculo de ahora vienen de toda esa historia y sean conocidos. Se les podía hacer un reproche por no inventar, por no celebrar su cumpleaños con algo nuevo. Otras compañías lo suelen hacer también en forma de antología, y suscitan la inquietud de que todo aquel espíritu fundacional se ha agotado en España.

No olvidemos que este cumpleaños coincide con las celebraciones de otro espectáculo, el de la Constitución y la elevación de la democracia y el parlamentarismo por encima de las viejas censuras, y que aquel punto de partida hizo nacer muchas cosas: entre otras, la esperanza de que todo iba también a cambiar. Este reproche no tiene mayor importancia, porque abarcaría a demasiadas personas e instituciones si fuera verdad. No tiene importancia, digo, porque estos números suenan a nuevos, a recién vistos por primera vez y realmente están interpretados con la misma ingenuidad creadora que entonces.

Tricicle ha sido recibido una vez más en Madrid con entusiasmo: desde que sus comediantes iban saliendo a escena uno a uno hasta que se despidieron; añadiendo al reconocimiento del principio el agradecimiento por sus casi dos horas de buen teatro.