_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En qué lugar

Vienen de antiguo esos intentos esforzados de poner a España en el lugar que le corresponde. Su invocación es un punto fijo en los programas electorales de los partidos, casi una muletilla dialéctica en los discursos de los políticos de muy variadas épocas. Fernando Morán, que fue el primer ministro de Asuntos Exteriores de Felipe González, escribió después de su experiencia gubernamental de 1982 a 1985 un libro cuyo título España en su sitio daba a entender que al fin con la democracia constitucional y los socialistas en el Gobierno había quedado resuelta esa antigua y sostenida aspiración de ocupar el lugar que nos correspondía en la escena internacional.Tenía razón Morán, España empezaba a estar en su sitio, concluía su reclusión en el lazareto donde había permanecido desde 1939 hasta 1975, terminaba su invalidez internacional, consecuencia de la continuidad de Franco en la Jefatura del Estado. Con la Monarquía parlamentaria España era admitida en el concierto de las naciones y en otros clubes más selectos como las Comunidades Europeas y la Alianza Atlántica. El Rey viajaba devolviéndonos a la normalidad, hablaba en los Parlamentos, suscitaba afectos, recibía honores que a todos nos honraban. Por primera vez salir de España no significaba tener que dar explicaciones, ni pasar exámenes de quienes en todas partes consideraban sospechoso que procediéramos de un país donde Franco seguía en el poder.

Aquellas amistades del Generalísimo con la Alemania nazi y la Italia fascista, cuyos aportes fueron tan decisivos para su victoria militar del 39, resultaron ser con la derrota del eje en el 45 un lastre de altísimo coste. Porque vencedores y vencidos recibieron enseguida las ayudas norteamericanas del Plan Marshall pero para Franco se habilitó enseguida otra categoría especial, la de ERI, enemigo residual inofensivo. Franco podía ser denostado sin riesgo alguno y, situado en esa inferioridad de condiciones, cualquiera podía obtener al mismo tiempo ventajas y negocios muy beneficiosos en España. Mientras las privaciones gravitaban sobre los demás, la voluntad del general de resistir sin que faltara de nada en el Pardo jamás desfalleció.

Aquel régimen nunca pensó que estos daños eran consecuencia de sus merecimientos. Prefirió seguir por rutas imperiales, establecer el racionamiento de víveres, achacar la incomprensión a la conspiración judeo-masónico-bolchevique, nuevo episodio de otras anteriores mediante las que al parecer siempre nos habían estado ninguneando nuestros eternos enemigos. De ahí aquellas campañas para dar a conocer la verdad de España, es decir para hacer apología del régimen, para que la oposición democrática perdiera sus apoyos internacionales. Algunos se especializaron tanto en estas actividades que luego, como Campmany, continuaron haciendo otras campañas muy bien remuneradas para dar a conocer otras verdades como la de la Argentina de los militares o la del Chile de Pinochet (véase página 142 de La tinta mancha de Ignacio Fontes, Editorial Fundamentos. Madrid 2000)

Con todo este recorrido asombran algunas terquedades del actual Gobierno de José María Aznar. En 1996, cuando llegó a la Moncloa, España había desplegado valiosas iniciativas de ámbito europeo y se había ganado su incorporación al núcleo director de la UE, ahora parece que nos gustan más las periferias británicas o las pretensiones imposibles que contribuyen al bloqueo. Además a todas partes llegamos con una petición de solidaridad en la lucha contra ETA. Es decir, nos declaramos en inferioridad de condiciones y quedamos en deuda con todos. ¿Alguien recuerda haber visto alguna vez a un primer ministro de visita en Londres ofreciendo solidaridad a Blair, a Major o a Thatcher a propósito del terrorismo en el Ulster?, ¿o alguien ha hecho otro tanto en París, con Chirac o con Jospin, a propósito del terrorismo en Córcega o en Bretaña? Y aquí, ¿no estábamos en contra de la internacionalización intentada por los etarras y sus afines? ¿Además a qué cuento entorpecer la cumbre iberoamericana de Panamá con la misma cuestión? ¿Por qué hubo de ser el impresentable Chávez el chistoso que evitara la ruptura?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_