Un titán del euskera
Luis Villasante ha dejado con su muerte un gran vacío en el mundo de la lengua y cultura vasca: él y Luis Mitxelena han sido los dos grandes titanes del euskera. Firme defensor del bilingüismo, salía al paso de cualquier monolingüismo de manera resuelta y con su propia experiencia personal e intrasferible. Su padre era natural del valle burgalés de Mena y emigrante en Cuba, y su madre, de Aulestia. Villasante decía que desde que rompió a hablar nunca se había confundido: a la madre le hablaba en euskera y al padre, en castellano.Participó como uno de los ponentes en el famoso Congreso de Aránzazu de 1968 y dos años más tarde fue nombrado presidente de Euskaltzaindia. Como expresé en la semblanza de homenaje que le tributó la Diputación de Vizcaya en 1994, supo llevar adelante y a buen puerto la nave académica en medio de numerosas tormentas de finales del franquismo, la Transición y los ocho primeros años del Gobierno vasco. Él fue el capitán del navío de Euskaltzaindia, que puso como piloto, piloto lingüístico se entiende, a Mitxelena y a un buen equipo de gobierno, en el que estuvieron Jean Haritschelhar, vicepresidente durante sus 18 años de mandato; Juan San Martín, José Mari Satrustegi, Eusebio Erkiaga y, al final de su mandato, al actual vicepresidente, Henrike Knörr. A otros nos toco estar en la sala de máquinas, con una estructura mínima a principios de los años 70 que se fue ampliando a medida que se crearon las instituciones democráticas.
Patrimonio de todos
Las críticas a la unificacion y al nuevo camino de la estandarización del euskera, procedentes de varias posiciones, pero sobre todo de los puristas, no hicieron mella en él. No contestó a ninguna, pero siempre dejó bien claro que el euskera es patrimonio de todos.Entre sus amistades estaban desde Federico Krutwig a Marcelino Oreja, desde Txillardegi a Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza o Mari Carmen Garmendia. No olvidaba nunca mencionar a su hermano José, menés de nacimiento como su padre, sindicalista de UGT, preso por pertenecer a un batallón socialista, entre otras cosas por haber tenido la osadía de declarar quiénes habían bombardeado Gernika. Villasante mismo salvó su vida por los pelos en el bombardeo, ya que con su padre muy enfermo salió de su casa y se refugió en unos matorrales cercanos a la ría. Al regreso, su casa había sido totalmente destruida por las bombas. El recuerdo era muy duro, pero carente de afán revanchista. Siempre fue un hombre abierto a las ideas, desde posturas firmemente religiosas.
Fue premiado por su labor a favor de la lengua vasca y tiene una calle en su barrio natal de Rentería, en Ajangiz, hoy Gernika, pero aún no ha sido reconocido lo que supuso su trabajo durante 18 años en Euskaltzaindia. El estudio de su obra y la recopilación de su abundante legado son ahora el mejor homenaje que se puede tributar, a un hombre que, sobre todo, fue un buen hijo de san Francisco de Asís.
José Luis Lizundia es vicesecretario de Euskaltzaindia.
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