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La segunda revolución mexicana

Juan Jesús Aznárez

Fox ha ganado, pero su escasa mayoría abre la puerta a una nueva etapa en México: los pactos en democracia

Políticamente camorrista en campaña, Vicente Fox sitiaba al Partido Revolucionario Institucional (PRI) con hirientes invectivas. "Me gusta hostigarlos". Algunos le advertían: "Un día los hará enojar". "Que se enojen. ¡Qué sirva para algo!". "Va a desatar a la fiera...". "Eso es lo que quiero, que se muestre, que salga de su madriguera y enseñe su verdadera cara". Ganador en julio, convocó a la fiera a trabajar por México porque el PRI es la primera minoría en el Congreso, dueña de los votos que el nuevo presidente necesita para sacar adelante su programa de gobierno.El conservador Vicente Fox atemperó hace cinco meses su beligerante discurso y convocó a todos a "trabajar por México" a sabiendas de que la conciliación es inevitable, y que será difícil de lograr en un país dividido en tercios: con los escaños de las dos cámaras en manos de los tres principales partidos, numerosos sindicatos todavía leales al PRI, y el Gobierno de la capital federal en manos de la izquierda. Ese escenario y las frustraciones padecidas durante presidencias anteriores hundieron en el desánimo a María del Carmen Ruiz, empleada de comercio. "Espero de Fox lo mismo que de los demás: que amuelen al mexicano, pues el obrero es el que siempre la paga".

La mayoría de los 100 millones de mexicanos, 40 millones en la pobreza, piensa, no obstante, como la señora Guadalupe Gómez, de 61 años, nacida diez años después del nacimiento del Partido Revolucionario Institucional, fundado en 1929 por los caudillos y jefes castrenses que hicieron la revolución triunfante en 1917. "Todos esperamos, somos optimistas en que todo mejorará, la estabilidad, la seguridad, porque todo cambio es para mejorar". El nuevo presidente se propone "rescatar a México" mediante una batería de programas y medidas, desde la reforma fiscal hasta la paz en Chiapas, que reclaman aprobación parlamentaria, y cambios en la Constitución.

El Gobierno entrante pretende una revisión profunda del marco institucional, político y económico de México, una nación diversa política y culturalmente, empobrecida en el sureste limítrofe con Guatemala, agringada y pujante en Monterrey y en las cadenas de montaje de capital extranjero establecidas en la divisoria con Estados Unidos. Fox ha ofrecido una Comisión de Transparencia que investigue los magnicidios y graves delitos ocurridos en las últimas décadas, concretamente la cruenta represión de estudiantes en 1968, acortar la figura del fuero, reformar los servicios de espionaje, limitar el presidencialismo, impulsar una segunda vuelta electoral y crear las figuras del plebiscito y el referéndum para incorporar a la sociedad en la gestión de gobierno.

Los cambios económicos propuestos son también sustantivos: abrir más los sectores energético y petroquímico al capital privado para atraer la inversión nacional y extranjera contrarrestar los límites prespuestarios y crear 1.350.000 nuevos empleos; el Ejecutivo quiere modificar la estructura de Petróleos Mexicanos (Pemex), cuyos ingresos determinan el presupuesto nacional, y una reforma fiscal que haga pagar más a los que más tienen y reduzca una de las evasiones fiscales más importantes del mundo. La recaudación tributaria de México es sólo el 11% del PIB.

El presidente, cuya trayectoria profesional incluye 13 años como vendedor, ejecutivo y gerente de la multinacional Coca-Cola en México, supo vender bien la bebida refrescante, y a partir de hoy acomete otra operación de márketing más trascendente: convencer al Congreso de que su programa conviene a la patria.

Los diputados y senadores rivales, y alguno en el flanco más doctrinario de su propio partido, el conservador Partido Acción Nacional (PAN), le esperan con la guardia alta. La Cámara de Diputados tiene 500 miembros, y el PAN y su aliado el Partido Verde Ecologista suman 223 escaños. Los diputados del PRI son 211, y 50 los del Partido de la Revolución Democrática (PRD), de centro-izquierda. Otras fuerzas menores controlan el resto de los escaños. El PRI retiene 60 de los 127 senadores de la Cámara alta, frente a los 51 del PAN y los ecologistas y los 16 del PRD y el Partido del Trabajo.

El PRI, el partido que hoy asiste apesadumbrado a una investidura que es su funeral, gobierna en 19 de los 31 Estados que componen México junto al gobierno de la Ciudad de México. El PAN lo hace en siete y el PRD en tres. Otros dos son administrados por alianzas de conservadores y centroizquierdistas, como es el caso de Chiapas. El mando en 1.389 municipios corresponde al PRI, 315 al PAN y 268 al PRD, aunque los hombres del PAN controlan las principales ciudades, excepto la capital federal, en manos del PRD desde 1997.

"Ver para creer", dicen en la calle los mexicanos, independientemente de la orientación de su voto en las generales del 2 de julio. No sólo habrán de sortearse las resistencias parlamentarias. México es una nación sujeta a variados intereses económicos, políticos, culturales, religiosos, ciudadanos y también delictivos. Las fuerzas conservadoras, o las mafias que medraron durante 71 años al abrigo del corporativismo priísta y amasaron fortunas en coalición con el narcotráfico o el tráfico de influencias probablemente presentarán batalla. La decencia, la transparencia, la equidad preconizadas serán los objetivos.

El historiador Lorenzo Méyer dice que la estabilidad observada hoy no es en sí misma una virtud, aunque sí un trampolín hacia empeños más ambiciosos, porque lo que detuvo la modernización de México fue la corrupción dentro del opaco sistema instaurado por el PRI, cuya evolución conviene seguir detalladamente. Este partido, agrega, puede entorpecer mucho la consolidación democrática, e incluso ayudar a echarla por la borda. "Ahorita lo único que se les ve es el resentimiento".

"Los mismos de siempre, haciendo lo mismo de siempre, se resisten a iniciar el tratamiento urgente de cambio que nos recetó la sociedad el 2 de julio", protestó Roberto Madrazo, ex gobernador de Tabasco, cabeza visible del sector que se opone a las políticas liberales aplicadas por el gobierno de Zedillo. "Cuando el país entero vive con legítimo orgullo la fiesta de la democracia, una parte de nuestra organización cava su tumba", agregó el político que pretende dirigir los destinos del partido más vetusto del planeta después del soviético.

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