Barak y Arafat acuerdan reconstruir los contactos entre sus fuerzas de seguridad
Rusia intentó ayer recuperar protagonismo en la búsqueda de una solución a la crisis de Oriente Próximo estudiando en el Kremlin con Yasir Arafat "nuevas ideas" para ir "más allá" del acuerdo de Sharm el Sheij. El líder palestino y el primer ministro israelí, Ehud Barak (con el que se celebró una inusual cumbre telefónica), prometieron estudiarlas urgentemente con el objetivo de detener la violencia. Además acordaron reanudar su cooperación sobre cuestiones de seguridad. El ministro de Exteriores, Shlomo Ben Ami, verá la próxima semana en Moscú a su homólogo ruso, Ígor Ivanov.
Putin señaló al inicio de su reunión con Arafat que, tras el desperdicio de muchos años de proceso de paz, la situación es ahora extremadamente peligrosa y se encuentra "al borde de la catástrofe", con el riesgo de provocar un conflicto de gran envergadura que amenazaría la estabilidad de la zona. El ministro de Exteriores, Ígor Ivanov, fue incluso más pesimista al asegurar que el conflicto podría extenderse "mucho más allá de los límites de esta explosiva región". Putin afirmó también que "todos los esfuerzos y reuniones serán inútiles" si no se para los pies a los extremistas de uno y otro lado y continúa el nivel actual de los enfrentamientos. Alexandr Avdéyev, viceministro ruso de Exteriores, no dio detalles de lo tratado en el Kremlin, pero aseguró que ahora se trata de ir "más allá" de lo acordado en octubre por Arafat y Barak en la localidad egipcia de Sharm el Sheij, una cita a la que no se invitó a Putin y que tuvo resultados que parecieron alentadores, pero que no se tradujo en un efectivo alto el fuego. Desde entonces, en un goteo incesante, la cifra de muertos en los dos bandos ha superado los 260, la mayoría de ellos palestinos.
Rusia, señaló Avdéyev, es amiga de los árabes y mantiene un amplio y constructivo diálogo con los israelíes, lo que la sitúa en una posición inmejorable para intentar persuadir a los dos bandos de la necesidad de "detener la confrontación y avanzar hacia la paz". Sin embargo, pese a ser, junto a Estados Unidos, copatrocinadora del proceso de paz, Rusia, reducida a una potencia económica de segundo orden y con demasiados problemas en casa como para resolver los ajenos, ha quedado marginada de un proceso marcado por "el síndrome de Camp David", es decir, por el protagonismo de EE UU.
Avdéyev recalcó que su país propugna el cumplimiento de los compromisos de Sharm el Sheij y considera que, para conseguirlo, debe actuar con EE UU. Pese a su ausencia de la cita en la localidad egipcia, Putin parece decidido a recuperar para Rusia parte de la influencia que tuvo en la zona.
Hacía más de tres semanas que Barak y Arafat no discutían la evolución de los acontecimientos, un periodo durante el cual la crisis no ha hecho sino envenenarse, hasta el punto de que, más que una segunda Intifada, parece una guerra a la libanesa. Putin rompió ayer en parte ese bloqueo al lograr que los dos protagonistas discutiesen personalmente sus diferencias. Al parecer, el presidente ruso tomó el teléfono, llamó a Barak y, tras obtener su autorización, pasó el teléfono a Arafat para que ambos conversaran. La primera consecuencia de ese diálogo fue la decisión de reanudar la cooperación sobre cuestiones de seguridad y la reapertura de las oficinas de enlace en Cisjordania y Gaza. Nada espectacular y, como todo cuanto se pacta últimamente, sujeto a la prueba de fuego de su aplicación sobre el terreno. Sin embargo, unido a la aparente contención israelí tras los últimos atentados palestinos, deja abierto, cuando menos, un resquicio a la esperanza.
Tras la reunión no se dijo una palabra sobre si se había tratado de la pretensión palestina de que la ONU envíe a la zona una fuerza de unos 2.000 observadores desarmados. Israel se niega. El negociador palestino Saeb Erekat, en declaraciones al diario ruso Vremia Novostiei, reafirmaba ayer la reivindicación con el argumento de que "Israel no puede ser al mismo tiempo juez y verdugo". Además, expresó el deseo de que Rusia, miembro permanente del Consejo de Seguridad, intente que el órgano ejecutivo de la ONU presione a Israel.
Últimamente ha habido dos ejemplos de que, en Oriente Próximo, las dos superpotencias siguen actuando como rivales. Uno ha sido la decisión rusa de salirse del acuerdo suscrito con el vicepresidente estadounidense, Al Gore, que limitaba la venta de armamento convencional a Irán. El otro es la reiterada petición de que se levanten las sanciones contra Irak y el envío a Bagdad de varios aviones con lo que, al menos oficialmente, se considera ayuda humanitaria.
[Un comandante israelí murió tiroteado ayer en la banda de Gaza, cerca de la colonia judía de Goush Katif, informa France Presse. El militar, Sharom Arama, de 25 años, es el soldado israelí de mayor rango fallecido desde el inicio de la nueva Intifida. En Nablús (Cisjordania), dos palestinos murieron por disparos israelíes.]
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