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Jugando a los bolos a solas

Soledad Gallego-Díaz

Durante muchos años, millones de personas han formado parte, en Estados Unidos, de grupos, asociaciones y ligas de barrio que se reunían para jugar a los bolos: los europeos lo supimos viendo sus películas y series de televisión. Desde hace algún tiempo, los estadounidenses juegan a los bolos a solas. Bowling alone fue el título de un polémico y famoso artículo publicado hace cinco años por el sociologo de Harvard Robert D. Putnam y es ahora también el título de un libro que ha editado este verano, defendiendo, con los resultados de una gran, larga y costosa investigación, su teoría del colapso del "capital social".El libro se ha convertido a la vez en un "clásico", alabado y analizado en muchas universidades norteamericanas, y en una especie de best-seller, leído con reverencia por miles de personas, pese a sus 100 cuadros estadísticos y sus 60 páginas de apretadas notas finales.

Putnam considera que uno de los cambios más notables que está experimentando la sociedad nortamericana es la pérdida de sentido comunitario. Ahora que se habla tanto de la "red", recuerda que Estados Unidos poseía hasta hace sólo unos años otro tipo de red, un espeso entramado de asociaciones cívicas y confianza social, que constituía un auténtico capital. Ahora, más norteamericanos que nunca son socios de diversas organizaciones sociales, pero se trata de megaentidades nacionales que no piden, ni necesitan, participacion activa, sino que se limitan a cobrar una tarifa anual.

Bowling alone analiza cómo se ha ido produciendo la destrucción de esa red y ofrece variadas posibles causas: mayor jornada laboral, viviendas más alejadas del centro de trabajo, mayor exigencia de movilidad laboral, incorporación masiva de la mujer a trabajos de jornada completa, el papel de la televisión...

¿Será esa destrucción de la antigua red el elefante que las nuevas sociedades tienen en el salón y que nadie ve o, sobre todo, nadie cuenta? Si se presta atención a los medios de comunicación con influencia internacional parece que el único tema vivo es la nueva economía, la nueva Red con mayúsculas.

Casi se podría decir, aprovechando la célebre frase de Clinton durante su primera campaña electoral: "Se trata de la nueva economía, estúpido". Basta con un simple dato: los primeros 50 diarios de Estados Unidos tenían en 1988, en total, 4.200 periodistas dedicados a la información económica. Hoy día son más de 12.000. The Washington Post ha pasado de 18 a 81, pero diarios menos importantes, como el Dallas Morning News, han pasado de 8 a 54 periodistas "económicos" y de dos páginas diarias como media a un cuadernillo de 12 páginas todos los días, según los datos que recoge Diana B. Henriques, de The New York Times, en la revista de la Universidad de Columbia.

Y sin embargo, son periodistas económicos como la propia Henriques, o Merrill Goozner, del Chicago Tribune, quienes más protestan por esta tendencia y quienes más defienden una visión amplia de la realidad económica de su país. Para Goozner, por ejemplo, el elefante es la creciente desigualdad en los ingresos de los norteamericanos. "La foto instantánea de la realidad está siendo aplastada por informaciones rutinarias que sugieren que dado que más personas poseen acciones, la largueza de la nueva economía está siendo compartida de forma más equitativa. Y eso es absolutamente falso". El 5% más rico de las familias norteamericanas ha visto aumentar sus ingresos entre 1973 y 1999 en un 65%, mientras que los ingresos de las familias situadas en la mitad de la escala sólo subieron un 11%. La preocupación norteamericana por esa desigualdad cada vez más pronunciada se nota hasta en la nueva red: hay cada vez más lugares donde conseguir información. Incluso una web que se llama Inequality.org

solg@elpais.es

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