Un acto indigno

La intempestiva renuncia de Fujimori (...) suscita profunda indignación, porque es el corolario nefasto del autoritarismo; y porque reviste las formas de un acto innoble, carente de toda ética e integridad funcional y personal, frente a un país que se debate en una de las peores crisis políticas de la historia. (...) Tras un proceso electoral lleno de irregularidades y abusos, puso el país fuera del Estado de derecho, violó reiteradamente la Constitución, forzó a su bancada parlamentaria a comportarse con un servilismo pocas veces visto y se coludió con delincuentes como su ex asesor Vladimiro Montesinos y aquella cúpula militar ya conocida.

Con su viaje casi subrepticio a Brunéi, y la renuncia ya conocida en términos deplorables, Fujimori ha demostrado que no está a la altura del reto que exige el momento. Y, peor todavía, está claro que no le interesa ni el futuro del Perú, ni tampoco la dignidad de sus propios seguidores.

Eso explica, de un lado, la ira de la ciudadanía, así como también la acerba crítica formulada por el segundo vicepresidente de la República y sus ministros (...) Cada día aumentan las evidencias y pruebas de la terrible corrupción estatal bajo el régimen fujimorista. De allí que el ahora ex mandatario tenga dos responsabilidades adicionales: dar la cara no solamente para esclarecer cómo pudo imperar la delincuencia sistemática en su Gobierno; y, de ser el caso, responder por sus actos si se llegara a comprobar su vinculación, en este plano, con el montesinismo.

Lima, 20 de noviembre