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Seis políticos se lanzan a la batalla de la sucesión sin un favorito claro

Tras el desmoronamiento del fujimorismo, ningún dirigente político peruano se atreve a profesar en público su lealtad al extinto presidente. Su desprestigio es de tal magnitud que hasta los ministros parecen haberse pasado a la oposición. Así es el transfuguismo político en Perú. Fue precisamente un chaquetero quien desencadenó la caída del otrora poderoso asesor presidencial, a raíz de la difusión del vídeo en el que Montesinos soborna con 15.000 dólares al congresista Alberto Kouri por el salto de las filas de la oposición al oficialismo.

Con la salida de la escena política de los dos principales protagonistas de la última década -Fujimori y Montesinos- y con el gran interrogante de quién manda hoy en Perú, el país andino encara las elecciones anticipadas del 8 de abril. En un inusitado ejercicio de avenencia de intereses, la práctica totalidad de candidatos dispuestos a suceder a Fujimori en el sillón presidencial se colocan en el bando de la oposición. Un heredero del fujimorismo, antes de que éste quedara abierto en canal como movimiento político, podría haber sido el vicepresidente primero, Francisco Tudela. El regreso de Montesinos a Perú, su enemigo acérrimo, le empujó a dimitir y a distanciarse de Fujimori. Si acude a los comicios, Tudela no enarbolará en ningún caso la bandera del continuismo. "Sería el mejor candidato del Gobierno", escribió el escritor y periodista Jaime Baily, pero eso era antes de la salida por la puerta falsa de Fujimori.

Alejandro Toledo, el líder de la coalición Perú Posible, sigue empeñado en jugar el papel de candidato único de la oposición, desde que disputó mano a mano con Fujimori la segunda vuelta de los últimos comicios presidenciales de julio pasado. Es el candidato que tiene más tirón entre los más desamparados, los cholos, pero su afán de protagonismo y su irrefrenable tendencia al caudillismo empieza a defraudar, y podría amargar el sueño, nunca ocultado, de Toledo y de su esposa, Eliane Karp, de llegar al Palacio de Gobierno.

En el mismo bando opositor hay otros aspirantes a suceder a Fujimori. Como Fernando Olivera, congresista y líder del Frente Independiente Moralizador (FIM), especialista en denunciar escándalos, dio su mayor golpe al difundir el vídeo del soborno de Montesinos. Es otro de los candidatos al que le sobran ganas de ocupar el sillón presidencial en la Casa de Pizarro.

Jorge Santistevan, el Defensor del Pueblo, "un gordo amable, caballeroso y encantador", en palabras de Baily, no responde cuando le preguntan si quiere ser presidente, pero cada día está más claro que sí quiere. Nadie le puede discutir una trayectoria democrática en el respeto y defensa de los derechos humanos. Intervino sin éxito en un intento de mediación para poner fin a la rebelión del comandante Ollanta Humala al frente de unas decenas de soldados, que, al igual que Montesinos, sigue en paradero desconocido. Quizá le falta gancho popular.

Alfredo Barnechea, procedente de las filas del APRA, ex congresista y ex candidato a la alcaldía de Lima, es probablemente el más brillante y el más culto de todos los candidatos. Es un outsider, a quien se percibe más como intelectual que como político, que está recogiendo a marchas forzadas las firmas necesarias para presentar su candidatura. Con Hernando de Soto, presidente del Instituto Libertad y Democracia (ILD) y ex asesor de Fujimori a principios de los noventa, como compañero de fórmula presidencial, formaría un equipo de lujo.

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A Valentín Paniagua, flamante presidente del Congreso tras la dimisión forzada de Martha Hildebrandt, no se le conocían pretensiones presidenciales, pero con el nuevo cargo quién sabe. Constitucionalista de prestigio, pertenece a Acción Popular, el histórico partido venido a menos del ex presidente Fernando Belaúnde. En la nueva crisis tiene las de ganar.

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