"No se ha resuelto en absoluto el problema de las humanidades"
Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona recuerda a menudo su arraigada vocación centrista, con sus propias palabras y con el meditado equilibrio de sus razonamientos. A este ex ministro de Educación con UCD, de 61 años, le fue encomendado por el Gobierno hace dos años y medio lidiar con políticos y representantes sociales que defendían diferentes banderas con el objetivo de sacar algo en claro: un dictamen pactado sobre la reforma de las humanidades.Entonces logró apaciguar la tormenta desencadenada por Esperanza Aguirre y un aplaudido consenso. Ahora lamenta que con la amplia reforma de las enseñanzas mínimas de toda la secundaria, elaborada por Pilar del Castillo, no se haya logrado el acuerdo con todos, en referencia al Gobierno vasco. Advierte, desde su posición de jurista, que las leyes "no son más que una mínima parte de lo que influye en la realidad" y solicita que se aborden en el futuro otras medidas que recuperen las recomendaciones olvidadas del dictamen que coordinó.
Pregunta. El Gobierno ha confeccionado en algo más de dos meses una reforma de toda la secundaria, mucho más amplia que la de humanidades que intentó hacer Esperanza Aguirre y que acabó dando lugar al dictamen que usted coordinó. ¿Le parece que Pilar del Castillo se ha precipitado?
Respuesta. A la ministra le han marcado un ritmo, un calendario, y lo ha cumplido. Alomejor la reforma se podía haber hecho de forma más pausada al final, pero en la parte de humanidades no veo precipitación porque todo estaba ya debatido. Hace dos años me mandaron cerca de 1.000 artículos sobre el asunto de las humanidades y mantuvimos muchas reuniones.
P. ¿Qué medidas del proyecto le parecen acertadas?
R. Por una parte, el incremento de la lengua. Y la parte de matemáticas, que no estaba en el dictamen, me parece bien, aunque creo que ambas son insuficientes. También me ha parecido bien que se haya ampliado el horario de la filosofía.
P. ¿Cuál echa de menos?
R. No hay un desarrollo apropiado en lo relativo al fomento de la lectura, que fue una de las primeras recomendaciones del dictamen. Hay que dedicar un espacio específico en la formación de los jóvenes a la lectura literaria. También se tenían que haber recomendado obras de literatura concretas, tanto de autores españoles como de obras clásicas de literatura universal.
P. ¿Qué autores cree usted que es imprescindible que lean los estudiantes?
R. El pasado verano coincidí en unos cursos con José Saramago, y le pregunté qué tres autores del siglo XX destacaría. Dijo: Kafka, Pessoa y Borges.
P. ¿Está de acuerdo?
R. Yo no tenía esos en la cabeza. Los jóvenes deberían estar familiarizados con Proust, Mann y Musil. Pero también añadiría a Goethe, Quevedo y Shakespeare.
P. ¿Cómo se enseña a coger el gusto por la lectura?
Se debe empezar por leer todos los días una página de un buen escritor. Hay que enseñar a los alumnos a sacarle placer a hacerlo.
P. ¿Echa en falta otras recomendaciones del dictamen de humanidades?
R. Es una lástima que la pagana del aumento de horas sea la música. Echo en falta además el fomento de las bibliotecas. Hay que gastarse dinero en comprar libros para los centros. Otra materia con la que me parece que se podía haber ido un poco más lejos es la reflexión ética.
P. ¿Qué le parece que se vuelva a la historia cronológica?
R. No se puede hacer historia prescindiendo de la cronología. Pero montar todo el aprendizaje sólo sobre la cronología es no entender nada. Antes había un abuso de cronología, de reyes y de paces, y ahora se ha pasado a una cosa demasiado sociologizada, como es el estudiar las unidades de significado sin incluirlas en un proceso histórico.
P. ¿Le parece acertado que se hayan ampliado los contenidos de historia para empezar en la Hispania Romana y acabar en la España actual?
R. Dar toda la historia, como se hacía en mi época y no llegar al siglo XX era un error. Y a mí, que soy centrista por naturaleza, me parece que dar sólo el siglo XIX y XX tampoco se entiende. La España de las autonomías no se puede comprender sin hacer referencia a los reinos de la época de los Austrias, y la época de los Austrias no se puede entender sin saber el proceso de los diversos reinos cristianos.
P. Se ha desarrollado ese temario en muchos subepígrafes. Inicialmente se pretendían poner 62 y se han dejado casi en la mitad.
R. Yo ví el primer borrador, que tenía muchos subepígrafes. Al final se han puesto menos y podían haber incluido menos aún. Pero el problema no es si hay muchos subepígrafes o no. El problema es que la historia está vinculada a posiciones políticas y ahí está el quid del asunto. Resultará lo que digan los profesores y los libros de texto. Con esta reforma se han cambiado poco las cosas.
P. ¿Cree usted que se puede indentificar el contenido y espíritu de esta reforma con el del dictamen?
R. No. El dictamen tiene muchas posibilidades de desarrollo y se ha elegido un instrumento técnico, que son las enseñanzas mínimas; un decreto, que es una vía limitada. No se ha elegido la vía legislativa, ni que lo hagan las comunidades. Yo creo que hay muchas más cosas en el dictamen. No se ha resuelto en absoluto el problema de las humanidades. Ni hablar. El dictamen se podía haber desarrollado sin cambiar las enseñanzas mínimas. Falta por hacer todo lo relativo al profesorado y a la financiación.
P. ¿Cree usted que esta reforma va a cambiar mucho la educación que se enseña ahora?
R. Como jurista, tengo un respeto grande a las leyes, pero creo que éstas no son más que una mínima parte de lo que influye en la realidad. Más que esta norma ha influido para que se tome conciencia del problema la discusión sobre la reforma y el que se haya hablado en los periódicos de las humanidades.
P. Algunas comunidades, como Cataluña, el País Vasco, Navarra y Andalucía ya han tomado medidas para fomentar las humanidades hace meses. ¿Es una incongruencia que no lo hayan hecho las comunidades del PP?
R. Está claro que sí. Hay comunidades que podían haber dado pasos sin necesidad de cambiar las enseñanzas mínimas y que no lo han hecho.
P. El Gobierno ha negociado con el PSOE, con CiU y con el Gobierno vasco. No lo ha hecho con los agentes sociales ni los consejeros. ¿Qué le parece esta forma de negociar?
R. Hay que hablar con todo el mundo, con las asociaciones y también con los partidos minoritarios, aunque al empezar a hablar con algunas personas te das cuenta de que es inútil, porque te van a decir que no en todo caso. Pero hay que escucharles y, después de hacerlo, tomar las decisiones.
P. ¿Refleja esta actitud del Gobierno que se trata de una reforma más política que educativa?
R. Hay tres planos distintos. Los conocimientos en materia científica y tecnológica han avanzado tanto que el concepto tradicional, de la Belle Époque, de las humanidades, se ha quedado desfasado. Hay un segundo problema, de carácter político: la actitud de los partidos en relación con la LOGSE, que es algo psicoanalizable. Hay gente que está completamente de acuerdo (la izquierda) y hay gente para la que es el diablo mismo (la derecha). Y hay un tercer problema, también político, que es el de las comunidades autónomas respecto del Estado, o sea, el problema de quién decide. A veces se tiene la impresión de que es menos problema qué se estudia que quién decide lo que se estudia. Por tanto, hay sin duda un componente político aparte de educativo y no reconocerlo es no entender el asunto.
P. ¿Y usted qué opina de la LOGSE?
R. Me parece que la prolongación de la enseñanza obligatoria es un paso extremadamente positivo, y que es una ley revolucionaria, muy importante desde el punto de vista de la igualdad y la comprensividad. Pero introducir alguna flexibilización en ella está también muy bien.
P. ¿Cree que se destina suficiente financiación a la educación?
R. Los inspectores de educación, los catedráticos y los responsables educativos se reúnen y dicen: "Vamos a mejorar esto". Pero a la hora de la verdad, se necesita un conjunto de medios económicos que no siempre están asegurados, más bien yo diría que casi nunca.
P. La ministra ha anunciado que con la futura Ley de Calidad, con la que modificará la LOGSE, dividirá a los alumnos en la ESO en tres itinerarios. Muchos aseguran que esto quiere decir que separará a los listos de los tontos. ¿Qué le parece?
R. No estoy en absoluto de acuerdo con la idea que he llamado alguna vez de la "igualdad de podadera". Consiste en que todo lo que sobresale se corta. Los que son listos se pueden desarrollar así, pero el sistema no puede perjudicar a los que se encuentran en peor situación. Lo que no puede ser es reunir a los que tienen menos capacidad y dejarlos en un gueto.
P. ¿Le parece bien que el Gobierno no haya dejado a los partidos que participaban en la negociación llevarse los papeles, que les hayan obligado a leerlos dentro del ministerio?
R. Me parece enternecedor. Demuestra que se piensa que, por no ver los papeles, la gente no se entera de lo que dicen.
P. ¿Cree usted que El Gobierno vasco podía haber dicho que sí al pacto con la conflictiva situación política actual en el País Vasco?
R. En la comisión hicimos unos grandes esfuerzos de aproximación y, palabra por palabra, se llegó a acuerdos. En estos momentos la situación política es diferente, sabemos lo que está pasando en el País Vasco, y yo creo que ni al PNV, por señalar un partido, ni a los partidos no nacionalistas, les resulta un reto político suficiente llegar a un acuerdo, y cuando las personas no quieren acordar, no se puede hacer mucho.
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