Aznar y el malhumor de los consumidores
Hace unos días nos enterábamos por este periódico de que Aznar comprende el malhumor de los consumidores por el imparable incremento de los precios. Hoy, de que Andalucía es la segunda comunidad autónoma menos ahorradora del país.Los datos sobre el aumento de la inflación prevista, el alza del IPC, la progresión del déficit de la balanza comercial nos marcan un panorama económico muy distinto del que nos ofrecían hace apenas un año, en el albor de las últimas elecciones generales.
Diariamente se producen fusiones de empresas, concentraciones de capital financiero, salida a Bolsa de nuevos valores, grandes operaciones económicas en aras de un decidido proceso de globalización del dinero y una cada vez más fuerte competitividad entre cada vez menos manos.
Y los ciudadanos, destinatarios finales de los bienes de consumo, asistimos indefensos a un proceso de cambio en la situación económica que se traduce en lo cotidiano en una fuerte disminución del poder adquisitivo y una mayor dificultad para mantener un determinado nivel de vida y llegar sin apreturas a fin de mes.
En los últimos años ha aumentado el número de personas ocupadas, el Gobierno Aznar ha bajado los impuestos directos, hemos disfrutado, como todos los países desarrollados, de una bonanza económica que ha permitido mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos del primer mundo. Ha sido en muy poco tiempo que los consumidores se han visto afectados por el cambio de situación desde la perspectiva del gasto diario.
La subida continua e imparable de los hidrocarburos, no sólo percibida al llenar el depósito del automóvil, sino sobre todo en la cesta de la compra, por la inevitable influencia en los costes de producción y transporte de los bienes de consumo, repercutida siempre en el precio final al consumidor o al usuario.
El encarecimiento de las hipotecas sobre la vivienda, que supone para la familia un gasto del 39% de los ingresos mensuales, sumado a la inseguridad de no poder prever el límite del coste de la inversión.
La incertidumbre ante la fusión de las eléctricas, por la posibilidad que encierra la operación de que también se incremente el precio del servicio por la aminoración de la competencia, cuando la alternativa doméstica, el gas, ya experimentó la subida correspondiente hace unos meses.
La flota andaluza, en parada forzosa mientras el ministro Arias Cañete mantiene su ambigua posición frente a Marruecos en el tema del tratado. El pescado desaparece de los mercados y se convierte en un producto de lujo.
El proceso de las grandes concentraciones de capital en el sector de la distribución que, unido a la situación planteada por el Decreto Rato de liberalización de horarios comerciales, empieza a marcar el punto de agonía para los pequeños y medianos comerciantes, los únicos que generan empleo estable y de calidad, frente a las condiciones de precariedad y de trabajo estacional de las grandes superficies.
Todo ello frente a la impotencia de los ciudadanos, que comprobamos cada día la nula actuación del Tribunal de la Competencia, la privatización por el Gobierno del Partido Popular de servicios básicos como la telefonía, el abandono de la enseñanza pública, la amenaza sobre las pensiones o el proyecto de las fundaciones en sanidad, afortunadamente aparcado por las críticas recibidas.
No todos tenemos acciones, no todos tenemos hipotecas bancarias, pero todos somos consumidores y usuarios y, desde esa perspectiva, todos estamos afectados por estas medidas del más salvaje liberalismo económico y de la más marcada insolidaridad.
Y, mientras, el Tireless, con su tremenda carga mortífera, anclado en la costa andaluza junto a la última colonia europea del milenio.
Pilar Gómez Casero es diputada del PSOE de Andalucía en el Parlamento andaluz.
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