Historias en el fondo del mar
Un buzo de El Puerto colabora con el Centro de Arqueología Subacuática en la búsqueda de restos históricos
Tiene 40 años y desde los 15 bucea en las aguas de la bahía de Cádiz. Es uno de los mejores conocedores del lecho marino de la zona y asegura que bajo el litoral gaditano se esconden aún tesoros olvidados, restos de naufragios de embarcaciones que encararon estas costas en los últimos 3.000 años pero, por alguna razón, nunca llegaron a puerto.Lo que para Kiko Mayo comenzó como una hermosa afición de juventud, se ha convertido hoy en un modo de vida y en una valiosa despensa de información para los investigadores del Centro Andaluz de Arqueología Subacuática, con sede en Cádiz, que cada poco reciben informes de su contacto submarino en los que se detallan el emplazamiento y las características de restos de valor histórico que duermen en el fondo marino desde hace siglos.
"En realidad el mar guarda mucho más de lo que podríamos imaginar", asegura Mayo, quien, ciertamente, cuenta con buenos argumentos. Las aguas de Cádiz han sido surcadas de manera ininterrumpida por fenicios, romanos, árabes y, más recientemente, por galeones españoles, franceses o ingleses, y durante todo este tiempo el mar ha estado recogiendo enseres de estos navíos e incluso, en ocasiones, a embarcaciones enteras.
Mayo sostiene que "es fácil llegar a los restos de varios galeones franceses que aún conservan sus baterías de cañones de hierro". Uno de los buques a los que hace referencia se encuentra, según él explica, a unos 12 metros de profundidad, en el centro de la bahía, en una zona en la que aún es posible avistarlo a la luz de unos ya difuminados rayos de sol. El segundo galeón está varado en la costa exterior de Cádiz, frente a la playa de La Caleta, a 15 metros de profundidad.
Para otras inmersiones, sin embargo, se precisan equipos de buceo más sofisticados. Acompañado de cámaras de vídeo, Mayo recorre los fondos de la bahía y dice que, tras los días de temporal, salen al lecho marino piezas que hasta entonces habían permanecido enterradas. Estos hallazgos son grabados y más tarde analizados por los expertos.
Con todo, el singular rastreador se queja por "el cada vez más deficiente estado de las aguas". Mayo recuerda que en sus años de adolescencia el buceo era en la bahía una práctica más satisfactoria, porque las aguas eran entonces mucho más transparentes. En sus excursiones, además de encontrar restos históricos, ha podido comprobar cómo buena parte de los emisarios que vierten al mar cerca de la costa sufren fracturas que permiten el continuo escape de aguas negras. Estos desperfectos han sido denunciados en varias ocasiones, sin que en la mayoría de los casos se hayan tenido en cuenta sus advertencias. A este hecho se suma la continua regeneración de las playas que se viene realizando mediante la aportación de toneladas de arena a la orilla, una operación que, según explica, "ha enterrado y matado la flora autóctona del litoral".
El buzo propone la instalación de biotopos en el fondo marino, bloques de hormigón que queden fijados en el lecho y que dispongan de orificios adaptados para acoger a especies marinas y protegerlas de los pescadores furtivos. Mayo insiste en la necesidad de aplicar sistemas de limpieza en superficie para eliminar restos de algas muertas o basuras que, "tarde o temprano, alcanzan la costa".
Mayo se saca una pesetas con excursiones submarinas a las que se apuntan los pocos afortunados que han oído hablar de él, que, por modestia, no se da ninguna publicidad.
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