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Fumando espero...

Suelen decir que cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo. Y eso es lo que están haciendo dos sudafricanos muy sesudos. Tanto que hasta uno es catedrático. Claro que las moscas no le van a la zaga porque si el rabo es catedrático, ellas son Shakespeare. Pues bien, nuestros doctos rabisalseros están empeñados en probar que el Cisne del Avon, y ahora se explicará el motivo por el que he utilizado un apelativo tan alucinante para referirme al autor del alucinado Sueño de una noche de verano, fumaba marihuana. Sí señor. Bueno, marihuana o como quiera que se llamase la hierba de marras en lenguaje isabelino.A su juicio, quiero decir a juicio de los no ya inquietos sino inquietantes investigadores, el hecho de que Shakespeare se pusiera tibio de malas hierbas explicaría su asombrosa capacidad de producción. Como ya se ve que lo suyo no son las letras sino, a lo que parece, la siega, habría que decirles que nuestro Lope de Vega escribió cien veces más, por lo que debería andar todo el día flipado pero no de marihuana sino de algo más fuerte, por ejemplo, de drogas de diseño. Ya le estoy viendo merodear por las discotecas del Siglo de Oro -con semejante nombrecito seguro que no les tosían ni las de Londres- para que le pasasen un éxtasis, tal vez un tripi. ¿Y por qué no cierto polvo blanco extraído clandestinamente de un arbusto de aquella América que teníamos? ¿Acaso no se pasan mucho de la raya los habitantes de Fuenteovejuna al pasarse todos a una?

Pero no todo acaba ahí, en cuestiones de productividad. Los atrevidos sabios surafricanos -el otro es palentólogo- achacan a la maría incluso los contenidos, a su juicio muy alucinógenos, de muchas de las obras de Shakespeare. Ante esto ya no sabe uno quien andará más fumado si el padre del fantasma del padre de Hamlet o los padres de semejantes fantasmagorías. ¿Se les ha ocurrido pensar que de los muchos que ahora mismo en el mundo se lían un peta ninguno es Shakespeare? Lo digo así como quien no quiere la cosa, porque aquí tenemos un hombre que se pasa la vida dándoles vueltas a los polos positivos y negativos que tienen las baterías o la sangre, no sé, pero sí sé que no es ni chispas -por mucho que aspire a tener alguna- ni morcillero. Tampoco es Shakespeare, que quede claro, por más que quiera autodeterminarse como Shyl-ock o ande todo el día dándole vueltas al ser o no ser, ni, ahí pondría la mano en el fuego, tiene nada que ver con la yerba, como no sea con la de sus campos ancestrales.

Bien es verdad que tampoco hace falta ser surafricano ni catedrático o paleontólogo para meter la pata. A Shakespeare se le ha venido acusando de todo. Últimamente le han vuelto a resucitar, a propósito de la guerra de unas rosas, su carácter de plagiario pero nadie ha sido capaz de poner sobre la mesa aquello de lo que copió. Ya veo a los más listillos -o a los surafricanos, los paleontólogos o los catedráticos- afirmando que bien pudo tener uno o varios negros. Y ahí me rindo, es cierto, nadie puede negar la existencia de Otelo, pero dudo mucho de que se prestara a trabajar para otro sin fama, con todos esos celos que tenía. Y esto me hace recordar que también hay otra clase no surafricana de listos por ahí que cuando se habla de estas cuestiones menea la cabeza con gesto de huy si yo les contara dando a entender que saben largo y tendido sobre autores que no son lo que su firma dice. ¿Por qué no se mojan de una vez por todas y sueltan algún nombre?

Comprendo que no es fácil, quiero decir lanzarse de cabeza al agua para salir despaniaguado. Yo mismo no me atrevería a jurar quién entre los Tres Mosqueteros -Arzalluz, Egibar y Otegi- es negro de quién. Sólo acierto a proponer que en aras de la corrección política sustituyamos el término negro por el de afroplumilla. Y que despojemos a Suráfrica de cualquier responsabilidad en la que hayan podido incurrir dos de sus ciudadanos más despendolados. Respecto a Shakespeare, ojalá haya disfrutado con sus humos tanto como nos ha hecho disfrutar a los demás con sus humaredas y humoradas. ¿No podrían, de paso, cortar con tanta política negra y luctuosa nuestras alegres comadres de Windsor?

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