Centenares de personas siguieron en Madrid el ajustado recuento
A ritmo de rock and roll. Aunque el grupo que tocaba anoche en la fiesta bien podría haber sido de Chamberí, la banda inauguró la celebración con Chuck Berry y una versión de su Memphis, Tennessee. En la medianoche sonaban los primeros acordes de lo que prometía ser una celebración movida en una noche electoral ajustada. En las solapas de muchos asistentes lucían más chapas, pero bastantes más, de Gore / Lieberman que de Bush / Cheney. Con un sandwich en una mano y una coca-cola en la otra, los centenares de asistentes a la fiesta que cada cuatro años, desde 1956, organiza la Embajada de EE UU en un hotel de Madrid, comenzaban a mover sus pies. Y sus votos. Jacqueline Hea y Heather Brewer, ambas jóvenes empleadas de una empresa de telecomunicaciones, aseguraban orgullosas haber votado por Gore. "Su política es más democrática y se preocupa más por la gente", aseguraban. Y puntualizaban que la postura de Bush ante la pena de muerte les parecía más que suficiente para decantarse por el candidato demócrata. Se referían a las 145 ejecuciones que el gobernador de Tejas ha firmado y lleva sobre su conciencia en sus seis años de mandato. A su lado, una amiga de ambas las contemplaba con mirada reprobadora y levantaba su voz entre la música para romper una lanza a favor de Bush: "Gore ha mentido, nos ha mentido a los norteamericanos y eso no está bien".
Democracia en acción
Desde la medianoche hasta las seis de la mañana, grandes pantallas de vídeo conectadas a la emisora de televisión estadounidense CNN desgranaban resultados. Era la democracia americana en acción. Acción a la que el embajador de EE UU en España, Edward L. Romero, se sumaba cada vez que se paraba la música y se ofrecían nuevos datos. Con el primer escrutinio final de los dos primeros Estados, Indiana y Kentucky, dos estrellitas rojas se posaron sobre un inmenso mapa de EE UU. Esas dos estrellas correspondían a las dos primeras victorias de Bush. A lo largo de la madrugada, el mapa fue cubriéndose también de estrellas azules, las que simbolizaban la victoria de los demócratas. George Zimbel, el fotógrafo que inmortalizó a Marylin sobre una salida de aire del metro de Nueva York, y que estos días estrena exposición en Madrid, deambulaba entre los asistentes en busca de una instantánea. Quizá la consiguiera bajo las guirnaldas de papel con los colores de la bandera estadounidense. Allí, los asistentes a la fiesta, 4.000 invitados, escenificaron anoche una votación paralela. La parodia de elección presidencial entre el público asistente no arrojaría el dato definitivo hasta bien entrada la madrugada.
Mientras, un neoyorquino entonado y rodeado de prototipos de Tipper, la efusiva mujer de Gore, aseguraba haber votado por el vicepresidente a la vez que refunfuñaba contra el alto precio (1.000 pesetas) de las cervezas.
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