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Italia conmemora con discreción los 25 años de la muerte no aclarada de Pasolini

Los críticos destacan la personalidad del cineasta como fustigador y amante del escándalo

A los 25 años de su trágica muerte, no completamente aclarada, la madrugada del 1 al 2 de noviembre de 1975 en las inmediaciones de la playa de Ostia (Roma), la vida y la obra de Pier Paolo Pasolini (Bolonia 1922- Roma 1975) sigue siendo en Italia piedra de escándalo. Es como si sus cenizas quemaran todavía. Admirado hasta el delirio en los años sesenta y setenta, la antigua devoción ha dejado paso a un juicio más sereno sobre el legado contradictorio de su obra, pero el tiempo no ha amortiguado el impacto de su vida extrema ni de su muerte brutal. Quizá por eso Italia celebra en sordina el aniversario de su desaparición con un homenaje discreto y con la proyección de su último filme, Saló o los 120 días de Sodoma, en la televisión privada.

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No ha habido grandes despliegues oficiales en memoria de Pasolini. Su figura es recordada estos días en toda su complejidad de artista provocador, martillo del capitalismo pero enormemente crítico con la izquierda también. Más allá de los panegíricos huecos, los críticos y estudiosos de su obra se han limitado a explicarla, a descodificarla para hacerla legible a los lectores de hoy. La mayoría coincide en que, más que su obra -aunque sus novelas más famosas han seguido vendiéndose-, es su personalidad de artista fustigador, amante del escándalo y la polémica el principal legado de Pasolini.Nacido en el seno de una familia de izquierdas, el director de películas tan dispares como Accatone, Edipo rey, Teorema o El Decamerón desarrolló en su juventud una intensa actividad política dentro del PCI. Pero la izquierda ortodoxa juzgó con horror sus inclinaciones homosexuales y en 1949, a raíz de una denuncia de la policía por corrupción de menores y actos obscenos en lugares públicos, fue expulsado del poderoso partido comunista.

Pasolini se trasladó a Roma con su madre y comenzó a moverse en torno a los estudios de Cinecittà y a enviar artículos a algunos diarios de derechas, siempre con seudónimo. Antes de escribir el guión de su primera película, Accatone, en 1960, había bordeado ya el éxito literario con novelas como Ragazzi di vita y Una vita violenta, ambas denunciadas por obscenas a la justicia italiana. Una reacción de los sectores conservadores católicos del país que no disgustaría al artista, porque "a Pasolini lo que le interesaba era el escándalo", ha explicado en el diario La Repubblica Antonio Gnoli, profundo conocedor de su obra. "Es decir, eso que teniendo en sí la fuerza del resentimiento y de la piedad golpea en el corazón de la moral y de la razón".

Duras palabras

Gnoli no es especialmente generoso al valorar su obra cinematográfica. "Accatone", dice, "sigue siendo una gran película. La mejor con diferencia en toda su producción sucesiva". Palabras duras si se tiene en cuenta que Accatone fue lo primero que rodó Pasolini. Y, sin embargo, ninguno de sus filmes pasó inadvertido. Teorema desató la furia de las autoridades, que ordenaron su secuestro. El Decamerón obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1971 y 80 denuncias por obscenidad. Al año siguiente, con Los cuentos de Canterbury, consiguió el Oso de Oro, y en 1974, Las mil y una noches, tercera parte de esta trilogía dedicada a los placeres carnales, triunfaba en Cannes, provocando el inevitable escándalo. Con Saló..., una adaptación libre de la novela del marqués de Sade Los 120 días de Sodoma, Pasolini intentó llegar al máximo de la crueldad estética para vapulear con dureza al poder. "Muchos no lo entendieron", explica ahora el director Mario Chiesa, "quizás porque el filme está ambientado en los tiempos de la república fascista de Saló, cuando pretende hacer una crítica del poder que va más allá de ese episodio". De hecho, Saló..., estrenado después de la muerte de su autor, levantó una polvareda judicial que tardó años en calmarse.Después de años de polémicas y de una década larga en el olvido, Saló... fue proyectada el jueves en versión completa a través de las siete redes de la plataforma de televisión privada Tele+/D+, que dedicaron una jornada monográfica a la vida y obra de su autor. La televisión pública, mucho más discreta, se ha limitado a programar a altas horas de la madrugada un documental titulado Pier Paolo Pasolini, un poeta incómodo.

En los últimos años de su vida, Pasolini se había convertido en martillo de la Democracia Cristiana italiana, a la que fustigaba con dureza a través de sus artículos periódicos en el principal diario italiano, Il Corriere della Sera. En aquellos años de plomo, salpicados de atentados brutales, secuestros y extorsiones, se empeñó en alzar la voz contra las "fuerzas oscuras", atrayendo sobre sí una peligrosa atención. Su muerte violenta, a manos de un grupo de chicos de la vida de los que Paolini gustaba frecuentar, no podía quedar fuera del círculo de sospechas que envolvía los acontecimientos de entonces. Pero la suya fue, sobre todo, como ha recordado su principal enemigo literario, Angelo Guglielmi, "una muerte espectacular, como lo fue su vida. Y el espectáculo Pasolini está destinado a durar".

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