Robustos árboles pequeños
Un grupo de seres vivos de reducido tamaño recibió ayer, con alborozo grande, la llegada de la lluvia que el cielo de Madrid tan avaramente administra desde la primavera. Forman el grupo 104 bonsáis, árboles de bandeja, y se exponen hasta el día 5 de noviembre en el pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico. Kiyohiko Arafune, embajador de Japón y Miguel Blesa, presidente de Cajamadrid, inauguraron a mediodía de ayer la XVII Exposición de Bonsáis de Madrid, que incluye prácticas en plantones de vivero y conferencias de los expertos Rosa Zumárraga, David Benavente y Guillermo López."La duración de la muestra es reducida porque los bonsáis son plantas de exterior y es imprudente prolongar su encierro", explica Guillermo López, de Las Palmas. Con mimo y dedicación él cultiva desde hace doce años hasta 512 ejemplares, algunos de los cuales exhibe en esta exposición. Profesional de la caracterización artística, Guillermo, de 67 años, es uno de los miembros más activos de los 200 asociados amantes de este delicado arte arbóreo, cuyos primeros vestigios documentales datan del año 705 de nuestra era, de la tumba de un príncipe chino de la dinastía Tang.
Carmen Lozoya, nacida segoviana, es la presidenta del club madrileño. Apasionada por los bonsáis enseña, con devoción, un manzano de menos de un palmo de estatura: de él pende una quincena de frutos esféricos rojos, de colorido vivo, casi traslúcidos. Tienen el tamaño de aceitunas: "Son manzanitas", explica.
El cultivo de bonsáis es para ella un arte basado en el diseño de proporciones entre su altura y la base arenosa sobre la que se alzan. "Este arte nos hace ser reflexivos, al generar en nosotros un ensimismamiento provocado por la hermosura de la naturaleza", subraya Carmen; "también nos hace fieles, porque ellos reclaman de nuestra lealtad y cuidados", y sonríe con una mirada cálida hacia ellos. La exposición alberga otros ejemplares de belleza deslumbrante, como un Yose ue, un bosquecillo de Zelkova, una especie de olmo del Caúcaso; uno de estos ejemplares, de treinta metros de altura, se yergue dentro del propio Jardín Botánico apenas a 50 metros en línea recta de un macizo de más de veinte pequeños hermanos suyos, tronquitos grises de ramaje desprovisto de hojas; ninguno levanta más de 20 centímetros del suelo. Pero refulgen por su elegancia.
Hay dos ejemplares de la colección del Rey y tres de la del expresidente Felipe González; concurren otros cultivadores de fama internacional como Vallejo, Ramos, Marcos y Abendaño. "Todos los árboles sufren con las podas, pero los bonsáis sólo sufren lo imprescindible ya que", se pregunta Guillermo López, "¿cómo podrían estos seres vivos devolvernos tanta belleza sin recibir más afecto que dolor?".
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