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El fin de una "tomadura de pelo"

No se descorchó champán, pero poco faltó. La alegría se teñía ayer con una sensación de alivio entre los colectivos antidroga gallegos y entre los policías que llevan años persiguiendo a Laureano Oubiña en su propio terreno. Toda la huida de Oubiña estuvo rodeada de episodios casi burlescos, que acrecentaron su fama de escurridizo y provocaron sonrojo entre las personas y asociaciones comprometidas en la lucha contra el narcotráfico en Galicia. "Teníamos la sensación de que nos estaban tomando el pelo a todos: a la policía, a los jueces y al conjunto de la sociedad gallega", declaró, tras conocer la noticia, Carmen Avendaño, portavoz de la Federación Gallega de Ayuda al Drogodependiente, resumiendo el estado de ánimo general.

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La detención no cogió de sorpresa a todo el mundo, ya que el rumor de que su captura era inminente circulaba en los últimos días entre los propios colectivos antidroga. Ayer tarde, la junta directiva de Érguete, el germen del movimiento social contra el narcotráfico, estaba reunida en su sede de Vigo, cuando sonó el teléfono y se confirmó la noticia.

La reunión quedó interrumpida por los aplausos y los brincos de alegría. Cuando empezaron a llamar los periodistas, Carmen Avendaño no podía ocultar su euforia. "No es que le tengamos un rencor especial", explicaba Avendaño, "pero él mismo se lo ha ganado por su insolencia y su chulería. Y también porque, pese a que es un tipo muy bruto, había conseguido hacer lo que le daba la gana y siempre salía bien parado".

La huida de Oubiña -nacido hace 56 años en Cambados (Pontevedra), camionero de profesión y dedicado desde hace más de dos décadas al contrabando de tabaco y hachís en la ría de Arousa- estuvo salpicada de detalles chuscos desde el primer momento. El 1 de octubre de 1999, el Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) olvidó avisar a la policía de que había puesto en marcha la llamada Operación Ocaso contra el clan de Oubiña tras interceptar en alta mar un barco con 15 toneladas de hachís.

Su esposa, Esther Lago, y un hijo del anterior matrimonio de ésta, David Pérez, fueron capturados por agentes de aduanas, pero Oubiña recibió una llamada de advertencia mientras comía en un restaurante de Dena (Pontevedra) y salió corriendo. Esa misma mañana, había acudido tranquilamente a la comisaría de Vilagarcía de Arousa para cumplir la orden judicial de presentarse ante la policía los días 1 y 15 de cada mes. Como el SVA no había avisado de su redada, el capo apenas estuvo unos minutos en el recinto policial.

En esta ocasión, una vez lograda su captura, Oubiña lo tendrá más difícil para escabullirse como en el proceso del caso Nécora, en el que no se pudo demostrar su vinculación al tráfico de drogas.

Por lo pronto, Oubiña debe ahora afrontar la primera sentencia firme contra él por un delito de narcotráfico (cuatro meses de cárcel y 2.400 millones de pesetas de multa) que le impuso la Audiencia Nacional el 4 de octubre de 1999, sólo tres días después de su huida.

Además, tiene pendientes los cargos que se le imputan en la Operación Ocaso y otros por su participación, el 8 de julio de 1997, en el desembarco de tres toneladas de hachís en una playa próxima a Vigo. Por este mismo episodio fue juzgado recientemente otro de los jefes históricos del narcotráfico en Galicia, José Ramón Prado Bugallo, Sito Miñanco, al que se acusa de colaborar en la operación desde la cárcel.

En muy pocas semanas, Oubiña tendrá que soportar también la pérdida definitiva de la más preciada de sus propiedades, la mansión y los viñedos del pazo de Baión, donde, en pleno auge de su negocio clandestino, pretendía erigir dos estatuas, una con su efigie y otra con la de su esposa y fiel colaboradora, Esther Lago.

El Tribunal Supremo confirmó hace algunas semanas el embargo de la finca, decretado en su día por el juez Baltasar Garzón, y en pocas semanas saldrá a subasta pública.

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