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Gore moviliza el voto de los negros mientras Bush se dirige a los latinos

Al Gore y George Bush desataron ayer una caza febril del voto de las minorías de EE UU. El candidato demócrata lo hizo utilizando ante los afroamericanos un recurso que prefiere no exhibir ante otras clientelas electorales: el apoyo de Bill Clinton. El presidente se subió al púlpito de dos iglesias de Washington para pedir que los negros voten a su delfín. Desde Tejas, Bush llamó a los hispanos de EE UU, argumentando que los trata como socios igualitarios en la búsqueda del "sueño americano" mientras Gore los quiere condenar al subsidio permanente.

Hacía cuatro décadas, desde la batalla entre John Kennedy y Richard Nixon, que la clásica fórmula de que "cualquier voto cuenta" no tenía un significado tan literal en unas elecciones presidenciales estadounidenses. Tan es así que ahora la principal tarea de los aparatos políticos es garantizar que ni uno solo de sus electores potenciales se pierda la cita con las urnas, el martes de la próxima semana. La campaña ha entrado en esa fase que aquí se llama Get Out the Vote (organizar la asistencia a los colegios electorales de los propios partidarios), y que Tom Wolfe describió con cruel precisión en su última novela, Un hombre completo. Del Get Out the Vote son objeto privilegiado sectores como las minorías étnicas y culturales y los jubilados. Para los demócratas, la movilización del voto de los negros es toda una tradición. ¿Y qué mejor catalizador que Clinton, quizá el presidente más popular entre los afroamericanos en toda la historia del país?

Olvidándose de su pudor a utilizar al titular de la Casa Blanca, la campaña de Gore comenzó ayer a efectuar decenas de miles de llamadas telefónicas a hogares afroamericanos, en las que Clinton, a través de una grabación, les pide personalmente que voten la próxima semana y lo hagan por su delfín. En pleno caso Lewinsky, la escritora Toni Morrison difundió una apasionada defensa de Clinton, al que llamó "el primer presidente negro de EE UU". Una de las principales razones de la supervivencia del político de Arkansas frente a aquella tormenta fue la adhesión militante de los congresistas, los reverendos y los ciudadanos de a pie afroamericanos.

Ese capital es el que ha comenzado a explotar Gore. En decenas de miles de iglesias afroamericanas se leyeron ayer epístolas instando a los feligreses a votar el 7 de noviembre. En dos de ellas, la iglesia baptista Siloh, de Washington, y la también baptista Alfred, del suburbio de Alexandria, el predicador fue el propio Clinton, que solicitó el voto para Gore. El candidato también se subió a un púlpito afroamericano en Detroit, y proclamó que la participación de los negros "puede impedir que Bush sea presidente".

Al precio de nueve millones de dólares (1.800 millones de pesetas), la veterana Asociación para el Progreso de la Gente de Color (NAACP) comenzó a difundir anuncios instando a acudir a los colegios electorales en salas de cine de barrios afroamericanos y la cadena Black Entertainment Television. No hizo falta que la NAACP fuera más precisa: votar es para el 90% de los negros de EE UU sinónimo de votar demócrata.

Pese a contar en su equipo con el general Colin Powell, Bush es consciente de que tiene poco que rascar en ese sector del electorado. No así, en cambio, en el ascendente mundo latino, en donde, según el publicista tejano Lionel Sosa, aspira a obtener un mínimo del 40% de los sufragios emitidos. De conseguirlo, rompería con la tradición de las dos últimas presidenciales, en las que la pareja formada por Clinton y Gore obtuvo más de dos tercios del voto de raigambre hispana.

La única actividad electoral que ayer realizó Bush fue difundir desde su rancho de Tejas un llamamiento televisivo a los hispanos. Recurrió, como es su costumbre, a algunas frases en castellano para subrayar que comparte con los latinos "los valores de la familia, la religión, el trabajo honrado y la seguridad nacional". Bush viajará hoy a Nuevo México y California, dos Estados de potente presencia hispana. Allí reiterará que, a diferencia de los republicanos de los noventa, apoya la educación bilingüe y es abierto en materia de inmigración.

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