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El dólar abre una brecha de desigualdad en la sociedad cubana

El acceso a la divisa norteamericana crea una nueva clase de privilegiados

Desde hace algún tiempo, en los semáforos de la Quinta Avenida de La Habana se forman pequeños atascos a las horas punta. Los coches que hacen cola no son sólo Ladas rusos; cada vez se ven más vehículos japoneses y muchos pertenecen a cubanos que trabajan en el área dólar. Cuando hace ocho años la crisis obligó a Fidel Castro a legalizar la tenencia de dólares y a permitir ciertas formas de iniciativa privada, sabía que aquella brecha en el sistema socialista acabaría por dividir Cuba en dos mitades.

Lógica capitalista

Algunos de los dueños de esos coches son artistas, otros son empleados de firmas extranjeras o directivos de empresas mixtas y a todos el Estado les ha dado el derecho de adquirir un automóvil tras un exhaustivo análisis. En la Cuba de hoy tener un automóvil nuevo es símbolo de que uno vive en el área dólar. Existen otros signos que permiten saber quién pertenece a la nueva clase: reformar la vivienda de toda la vida, pagar 20 dólares para entrar a un concierto de música salsa, o salir de vez en cuando a cenar a un restaurante privado.Al quebrarse la urna de pureza revolucionaria en poco tiempo cambió el paisaje de Cuba. Hoy ya nadie se sorprende en La Habana de ver a mendigos profesionales a la puerta de las diplotiendas y a algunos marginados buceando en los latones de basura, y también está asumido que la pirámide social se ha invertido: un camarero de un hotel gana más en un día que un médico en un mes.

Castro resumió así el dilema: "El periodo especial trajo desigualdades, muchas desigualdades, cosas dolorosas a las que fuimos obligados por las circunstancias". "No había otra alternativa", dijo, "tuvimos que acudir a una serie de medidas... y se crearon desigualdades en los ingresos, un número de personas recibió remesas del exterior y muchos no recibían nada".

Desde un inicio se tomaron medidas para reducir estas diferencias y limitar su efecto desmoralizador. Las autoridades gravaron impuestos a los privilegiados, restringieron la dimensión de los negocios privados y supervisaron caso a caso la venta de "artículos de lujo", como los coches, partiendo del principio de que para acceder a éstos no bastaba con tener dinero sino que había que merecerlo: pueden adquirirlos, por ejemplo, artistas y profesionales que demuestren que ganan suficientes dólares, pero no cubanos cuya fuente de ingreso es el dinero que les mandan de Miami. Al tiempo, se trató de extender el área dólar lo más posible, bien pagando parte del salario con bonos para comprar en las tiendas de dólares -sistema empleado con los cortadores de caña de azúcar-, bien entregando estímulos materiales -como jabón, aceite o pasta de dientes a los trabajadores destacados-. Según las autoridades, más del 50% de la población tiene ya pequeñas cantidades de dólares.

Sin embargo, pese a todas las medidas tomadas, la brecha entre ambos mundos se agranda cada vez más y esto preocupa al Gobierno. En su discurso del 28 de septiembre, Fidel Castro decía: "Hoy nos preocupa que los que más dinero tienen se vayan quedando con las mejores viviendas de este país". Un sociólogo cubano interpreta así las palabras de Castro: "El dólar ha creado una psicología nueva, la del dinero. Quien tiene dólares está dentro del juego. Quien no, está liquidado". Según esta tesis, el que está dentro del área dólar piensa de acuerdo a una lógica capitalista, y el que está fuera quiere entrar a ese mundo, y para ello empieza a regirse por esos mismos patrones. "El Estado", afirma el investigador, "se ha dado cuenta de que esto es un cáncer y que ha de luchar contra él para que no corroa el sistema".Varios hechos confirman esta realidad y ponen de manifiesto la batalla que libran en estos momentos las dos Cubas. Uno de ellos es la ofensiva lanzada por las autoridades contra la corrupción. Ésta está dirigida contra algunos directivos y empleados cubanos de empresas extranjeras o nacionales que han hecho del cobro de comisiones un modo de vida. Recientemente, Acorex -la empresa estatal que controla la contratación de trabajadores por firmas extranjeras- mostró un vídeo a parte de su plantilla en el que se informa de varios de estos casos de corrupción. Algunos eran empleados cubanos que aceptaban dinero de sus socios extranjeros.

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Para combatir estas "tendencias al egoísmo e individualismo", diversos ministerios cubanos han dictado normas para limitar lo más posible la contaminación ideológica. El Banco Central de Cuba aprobó en mayo un reglamento que regula cómo deben ser las relaciones "de los cuadros, dirigentes y funcionarios con personal extranjero". Uno de sus artículos establece que hay que "evitar en lo posible acceder a invitaciones, comidas u otras actividades festivas o sociales".

Estas normas no son nuevas. En el pasado se aplicaron, pero ahora cobran nuevo cariz pues las desigualdades y el choque entre el sistema socialista y el mundo del dólar es mayor. El presidente cubano lo dijo en su discurso: "La revolución inicia una nueva etapa" y en ella la batalla ideológica a librar es de envergadura. Castro pronunció estas palabras en el acto de celebración del 40º aniversario de la fundación de los Comités de Defensa de la Revolución. Todo un símbolo, como los atascos de la Quinta Avenida.

[El presidente de EE UU, Bill Clinton, firmó ayer la ley que autoriza la venta a Cuba de alimentos y medicinas, los primeros productos estadounidenses que podrán ser objeto de transacciones comerciales con la isla caribeña en 40 años. La ley se considera en EE UU una disminución del embargo, informa Efe.]

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