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Palabras y gestos

Las palabras fueron, y son, tremendas. Lo fueron no hace tanto tiempo, sólo dos años, cuando PNV y EA incluyeron en su pacto con ETA el compromiso de "romper los acuerdos que mantienen con los partidos que tienen como objetivo la construcción de España y la destrucción de Euskal Herria (PP y PSOE)". Escrito está y nadie puede borrarlo; el PNV definía en el verano de 1998 a su anterior socio de gobierno como enemigo de Euskadi. Esa definición no ha sido, hasta la fecha, desmentida, ni se sabe que los nacionalistas hayan pedido excusas por tratar con tanta desconsideración a su socio de la víspera.Todo lo contrario, esas palabras han sido ratificadas por quien puede hacerlo, el portavoz de PNV, que en una entrevista reciente al periódico de Euskal Herritarrok rechazaba la acusación de que el PNV estuviera preparando un nuevo entendimiento con el PSOE. El PNV no quiere pescar en esas aguas, dice Egíbar, despectivo, porque no tiene interés "en quitarle su sitio a la izquierda abertzale". No entiende el portavoz la obsesión de EH por unos supuestos devaneos del PNV con el PSOE, porque "no hay nada de nada". Nosotros, remacha, tenemos el mismo modelo que hace dos años en torno a la pacificación y normalización; como se sabe, pieza esencial de ese "modelo" era considerar al PSOE enemigo de Euskadi.

Éstas fueron y son las palabras del PNV. Las han repetido una y otra vez, pues se trata de una opción firme o, como diría Zapatero, inequívoca. Quienes desean un cambio en el PNV pueden pensar que cometió un error y que ahora busca una salida que no le obligue a perder la cara. Pero, enfrentadas a las palabras, esas expectativas no pasan de ser buenas intenciones designadas a chocar con la dura resistencia de los hechos. Según Egíbar, el único error de la apuesta de hace dos años fue la ingenuidad de creer que el paso de la tregua indefinida a una definitiva no iba a exigir al PNV nuevas concesiones a HB. Al reafirmar la validez del modelo, lo único que Egíbar propone ahora son nuevos "compromisos y desarrollos" para que ETA anuncie otra tregua y HB no pierda su sitio. El PSOE, termina diciendo, no tiene nada que ofrecer.

¿Valen algo, frente a palabras tan explícitas, gestos tan balbucientes como los que han dado pie al presidente del PSOE, Manuel Chaves, para acusar otra vez al PP de inmovilismo? De acuerdo, en el PNV no hay sólo palabras, hay gestos. Vale, esos gestos parecen manifestar actitudes y sentimientos distintos y hasta contrarios a las palabras recién pronunciadas. Puede ocurrir: "hijo de puta" es una expresión tan rotunda -Azaña lo atribuía a las cinco vocales en sus cinco sílabas- que parece no admitir más de una interpretación. Y sin embargo, el gesto con que se dice, los movimientos de las manos, la expresión de los ojos, de la boca, pueden transmitir con ella el insulto más lacerante o la más íntima muestra de cariño.

Bien, el PNV se ha hartado de dirigir al PSOE durante dos años el insulto y la amenaza más graves que un partido vasco pueda recibir: enemigo de la patria vasca. El PNV sigue gobernando además gracias a los votos del partido que ha justificado el asesinato, entre otros, de dirigentes socialistas. Ahora parece que con algunos gestos quiere manifestar otra cosa. ¿Lo quiere? No tiene más que decirlo, no tiene más que añadir palabras de concordia a los gestos de distensión. Nada se lo impide. Hay militantes del PNV que lo desean por razones éticas; otros lo querrán por conveniencia electoral; los nacionalistas siempre bajan el tono cuando se acercan las elecciones. Pero sea cual fuere el motivo -si un rechazo moral del crimen, si el inicio de un giro político para no perder más votos- corresponde al PNV aclarar su posición. Mientras no lo haga, mientras los gestos no se conviertan en palabras, y las palabras en actos políticos, más valdrá abandonar la afición de kremlinólogos siempre al acecho de un gesto tras la muralla, atenerse a lo dicho y escrito, y actuar en consecuencia.

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