La sombra de Montesinos llega a Rusia
El brazo derecho de Fujimori estaba en Moscú cuando robaron el vídeo que causó su ruina
"Sólo pedimos justicia", aseguran desde Moscú Ana y Astrid Carmen Aybar Cancho. "Si no la logramos", añaden entre lágrimas, "más nos vale que nos agarren y nos maten como a perros". La crisis política peruana tiene una inesperada ramificación rusa en estas dos mujeres (de 40 y 27 años), que temen que les alcance el largo brazo de Vladimiro Montesinos, el siniestro asesor del presidente Alberto Fujimori. Sobre todo a sus hermanos José Luis y Luis Frank, presos ya en el penal central de Lima.Ambos, junto a Liliana (esposa de Luis Frank), el español Juan Manuel López Rodríguez ("un hombre intachable", según Ana) y otras 34 personas están encarcelados como sospechosos de participación en una misteriosa operación de tráfico de armas (en su mayor parte fusiles Kaláshnikov rusos) con origen en Jordania y destino final en la selva colombiana, en manos de la guerrilla izquierdista de las FARC.
Según Ana y Astrid, Montesinos, que era jefe en la práctica de los servicios secretos (el temido SIN), estuvo en Moscú del 3 al 10 de septiembre -mientras una mano misteriosa robaba el vídeo que le había de llevar a la ruina-, por invitación de sus colegas del Servicio Federal de Seguridad (FSB), heredero del KGB soviético.
Según las dos hermanas, un objetivo (frustrado) del viaje de Montesinos era conseguir que las entregasen o las expulsaran, tanto a ellas como a un hermano de 22 años que estudia en Moscú, al igual que un hijo de 17 años de Ana, al que vino a visitar en junio. Astrid vivió siete años en Moscú, donde se graduó en ingeniería, y tiene un novio ruso. Ni el FSB ni la Embajada peruana confirman, aunque tampoco desmienten, la visita del que fuera brazo derecho de Fujimori.
Ana y Astrid, cuyo visado ruso caduca a final de mes, quieren viajar a España (donde tienen contacto con Juristas sin Fronteras) y defender desde allí su causa. Volver a su país, dicen, sería poco menos que un suicidio.
El escándalo del tráfico de armas, anunciado a bombo y platillo por Fujimori y Montesinos el pasado 21 de agosto, fue un bumerán para el régimen y fatal para este último, una vez que se le añadió en septiembre el escándalo del soborno filmado a un diputado.
Desde Moscú es imposible determinar dónde está la verdad en este embrollo, en el que se mezclan elementos de corrupción política y económica y hasta de venganza personal. Sin embargo, cuesta creer que estas dos desconcertadas mujeres sean las peligrosas delincuentes, conectadas con la mafia y forradas de dólares, que pintan a veces medios progubernamentales peruanos.
Nippon, la empresa familiar dirigida por los dos hermanos encarcelados en Perú, suministraba material al Ejército, desde uniformes a tiendas de campaña o equipos técnicos. José Luis Aybar, ex teniente del Ejército, es quien está en el ojo del huracán: como actor principal del contrabando de armas según Fujimori, Montesinos y el fiscal que lleva el caso; como cabeza de turco según sus hermanas.
La versión de Ana es que Montesinos encargó a José Luis Aybar una misión secreta, por la que le pagaría 50.000 dólares (9,5 millones de pesetas): debía trasladar desde Ammán a Lima, en contenedores sellados, radares y equipos de comunicaciones. Si en realidad eran armas y fueron desviadas a las FARC, afirma, la culpa no puede ser de su hermano, sino del propio Montesinos, "que controla los vuelos de todos los aviones militares". Sólo al tomar la CIA cartas en el asunto, añade, y para alejar sospechas, buscó en los Aybar una cabeza de turco.
José Luis, además, sostiene que Martha Chávez, presidenta de la Comisión de Defensa del Congreso y miembro del partido de Fujimori (Perú 2000), le llamó a Ammán preocupada por el retraso en el envío. La congresista dice que ni siquiera le conoce.
El abogado de los Aybar ha llamado a declarar a Montesinos, Fujimori, Chávez, los ministros del Interior y de Defensa y el jefe de los servicios de espionaje. Pero Ana y Astrid Carmen creen que la suerte de sus hermanos está echada, y temen que se organice un falso motín o una pelea en la cárcel que deje como saldo dos cadáveres: los de José Luis y Luis Frank.
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