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Los 92 años de Jorge Oteiza

JOSÉ LUIS MERINOEl sábado pasado cumplía 92 años el escultor Jorge Oteiza. Lo natural hubiera sido poderle felicitar como se merece su esplendorosa efemérides, pero eso se ha convertido en una misión casi imposible desde mediados de marzo de 1998. Fue a raíz de su sorprendente negativa a que se llevara a cabo la exposición antológica de obra suya en el Museo Guggenheim de Bilbao, como se había concertado y firmado entre la fundación que lleva su nombre y el citado Guggenheim. A partir de ese momento, un reducido grupo de allegados al escultor (quizá la palabra allegados es vagamente generosa) construyó una especie de búnker en torno a Oteiza. Uno de esos allegados se encargó de indisponer a Oteiza contra su propia fundación. Empeñado en aumentar de tamaño semejante disparate, trató de convencerle para que su obra entera estuviera en depósito en el Macba (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona), fuera del control de su fundación.

Mientras se fraguaban estas barbaridades, la manera de acceder a Oteiza cada vez era más difícil. Empezaban a existir ciertos filtros para determinados amigos. En tanto unos tenían que llamar con anticipación para poder contactar con él, a otros se les facilitaba el acceso libre o se lo facilitaban para sí ellos mismos. Además de los pingües beneficios a alcanzar por parte de algunos, se trataba de ir reduciendo el número de amigos íntimos, hasta fabricar un potente coto cerrado. Todo lo que no fuera controlado por ese coto cerrado no existía. Aspiraban a que Oteiza fuera sólo para ellos.

La avidez de protagonismo exclusivo de algunos de esos aspirantes al Club de Amigos de Oteiza les ha llevado a querer borrar de golpe los profundos lazos afectivos de Jorge Oteiza, tanto hacia la ciudad de Bilbao, como hacia unos cuantos incondicionales amigos suyos que en esa ciudad habitan. Amigos que lo fueron en tiempos difíciles, y que lo siguen siendo, pese a las insidiosas trabas cernidas sobre ellos. Y así, en relación con la obra de Oteiza parece como si esos aspirantes fuesen los únicos en inventarse exposiciones. La próxima exposición va a ser una de estampas y dibujos inéditos, en la casa de cultura de Orio, el pueblo donde nació, bajo el título Jorge Oteiza: dibujos, estampas y palabras. Le seguirá una gran retrospectiva de su obra en la sala de exposiciones del Kursaal donostiarra.

En tanto la exposición retrospectiva será un acontecimiento formidable, estamos seguros, la muestra de dibujos y estampas la tomamos como un acontecimiento tierno y simpático. Convenía advertir de que no existen dibujos de gran calado en su producción artística. Lo suyo no está en la mano que dibuja, sino en la cabeza que proyecta. Oteiza toma sus dibujos como una prolongación de la escritura. Siempre que ha dibujado es para explicar mejor aquello que escribe. Poseo un montón de esos dibujos suyos, ya a través de cartas que me escribió, como en los sobres que envolvían esas cartas o bien en libros que tenía la generosidad de dedicarme.

Al hablar del profundo interés de Oteiza por Bilbao no podemos obviar unas palabras suyas tan esclarecedoras como las siguientes: "Yo soy de Bilbao. ¿De dónde va a ser uno? ¿De Orio? De Orio es mi infancia. Yo soy de Bilbao".

Todo lo dicho hasta aquí tiene que quedar por debajo de la admiración fervorosa que él y su anchurosa edad merecen. Que los aspirantes exclusivos sigan queriéndole para ellos solos, mientras nosotros queremos a Oteiza para todos y cada uno de cuantos pululan por el país que le vio nacer. Nada nos enfelizaría más que poder hacerle llegar la cordialidad de nuestro mejor y más cálido abrazo.

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