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Retorno a Gernika (el plan A)

Las paredes del Parlamento vasco han escuchado en muchas ocasiones la exigencia del cumplimiento íntegro del Estatuto y la conveniencia de su reforma o "actualización" por boca de un lehendakari. Pero, como ya sucediera en el pasado debate de política general, el pasado jueves el mensaje sonaba a nuevo en los labios de Juan José Ibarretxe. Seguramente porque el Estatuto de Gernika, aun en su versión más reivindicativa y extrema que presentó anteayer, ha aparecido poco en el discurso nacionalista de los dos últimos años.No deja de ser curioso que la "nueva etapa" que Ibarretxe propugna ahora para la política vasca pase por recuperar el viejo texto de Gernika. Sobre todo después de la profunda cabalgada del PNV y del propio lehendakari por las praderas de la soberanía y la territorialidad de Lizarra. Ese abrazo al Estatuto, aunque sea para superarlo (Ibarretxe convierte su disposición adicional en una suerte de puente hacia la autodeterminación), tiene toda la aparencia de una vuelta al abandonado plan A una vez que ha fracasado lastimosamente el plan B.

Sin embargo, la contradicción es menor si se tiene en cuenta cúal es la finalidad de la ofensiva planificada y puesta en práctica por Ibarretxe tras soportar la doble moción de censura de la oposición y el abandono del Parlamento por sus anteriores socios de Euskal Herritarrok. El PNV ha delegado en su candidato, proclamado asambleariamente como tal en el pasado Alderdi Eguna, la tarea de preparar en las mejores condiciones posibles el ineludible adelanto electoral. El encargo exige tiempo y definir unos principios políticos reconocibles por el votante tradicional peneuvista, desorientado por la explosión de violencia que ha coronado el intento de apaciguar a ETA por el método de darle la razón. Y a ello se está aplicando el lehendakari cuando convoca la manifestación de hoy -15 asesinatos después- bajo el lema "Paz. ETA, no" y cuando anuncia, para el día 25, un acto conmemorativo del Estatuto y, para más tarde, una declaración institucional en Gernika favor de la libertad y las víctimas.

Con la rectificación tácita de lo hecho y lo dejado de hacer en estos dos años no se trata de convencer a una oposición que ha bajado la persiana de la legislatura y ya no le da crédito. Lo que el candidato Ibarretxe pretende es volver a situar a su partido en la centralidad política perdida, antes de llamar a las urnas. Es un giro interesado y quizá sin propósito de enmienda (véanse las declaraciones de Arzalluz sobre la irrenunciable unidad nacionalista). Pero ese regreso de Lizarra a Gernika permite al lehendakari ganar días para armar a la desorientada clientela peneuvista con unas señas de identidad políticas en los que pueda volver a reconocerse (el acoso sin tregua del PP y sus voceros mediáticos hace el resto) y abstraerse de un asunto tan clamoroso como el de su insostenible minoría parlamentaria.

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