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120 pacientes se ofrecen para un ensayo clínico

Javier Sampedro

El glioblastoma es uno de los tumores más crueles, agresivos y mortales que existen en el ser humano. Su diagnóstico precoz es muy difícil. Para cuando se detecta, el paciente suele tener una esperanza de vida de unos meses, un año a lo sumo. Responde mal a la quimioterapia y a la radioterapia, y su extirpación quirúrgica es a menudo imposible. Los enfermos están tan desesperados que, desde que tuvieron conocimiento de los experimentos en ratas de Manuel Guzmán (véase EL PAÍS del 29 de febrero), 120 de ellos se han puesto en contacto con el científico para ofrecerse como cobayas humanos en un ensayo clínico.Guzmán les ha explicado que él y sus colaboradores son biólogos, no médicos. Pero el científico siempre ha creído que, por más que no haya ninguna garantía de que la técnica vaya a funcionar en humanos, es una obligación moral acelerar todo lo posible la puesta en marcha de un ensayo clínico, ya que los pacientes tienen muy poco que perder. Guzmán se ha puesto en contacto con varios hospitales españoles, pero ninguno se ha mostrado interesado por abordar el ensayo. "Éste es otro problema de la ciencia en España", explica. "Salvo algunas excepciones, hay una desconexión casi total entre la investigación básica y la clínica".

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Desde febrero, el equipo de la Facultad de Medicina de la Complutense ha estirado sus escasísimos presupuestos para intentar eliminar los prejuicios que pesan sobre el uso de una sustancia psicoactiva en un ensayo clínico. En las células tumorales del glioblastoma hay dos tipos de receptores para los cannabinoides. Cualquiera de ellos sirve para mediar los efectos antitumorales de esas sustancias, pero sólo uno de ellos media los efectos psicotrópicos. El grupo de Guzmán ya ha demostrado que un cannabinoide sintético, llamado JWH133, se pega sólo a uno de esos receptores y tiene actividad antitumoral. Por lo tanto, podría usarse en los pacientes sin provocar efectos psicotrópicos.

Otro problema es que los cannabinoides tienen un conocido efecto inmunosupresor, y esto puede suponer un problema en ciertos pacientes de cáncer, puesto que el sistema inmune tiene un papel importante en frenar el crecimiento de algunos tumores. Sobre este asunto, Guzmán explica que la estrategia adecuada es definir en detalle los tipos de tumor que pueden beneficiarse del tratamiento y los que no, y ajustar muy bien las condiciones para explotar al máximo el efecto antitumoral y reducir al mínimo el inmunosupresor.

Un dato esperanzador es que la gran mayoría de los glioblastomas humanos expresan en sus células los dos receptores de los cannabinoides.

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