_
_
_
_

Grupos radicales de ambos bandos amenazan con torpedear el alto el fuego pactado

Arafat y Barak llaman a la calma mientras se inicia el plazo acordado para frenar la violencia

Yasir Arafat hizo ayer un llamamiento para restablecer la calma en los territorios palestinos y poner fin a una Intifada que ha cumplido 20 días y se ha saldado con más de 100 muertos y cerca de 3.000 heridos. Con este mensaje empezaba la cuenta atrás de un plazo de 48 horas, pactado entre israelíes y palestinos en Sharm el Sheij, para aplicar el alto el fuego. La distensión no va a ser fácil; mientras Arafat se enfrenta a la mayoría de las fuerzas que reclaman la continuación de la Intifada, el primer ministro israelí, Ehud Barak, es el blanco de la oposición, de los colonos y de los ultraortodoxos judíos.

"La Autoridad Nacional Palestina confirma su compromiso de aplicar la declaración final de la cumbre de Sharm el Sheij y alejarse de todo lo que pueda conducir a la tensión y a la violencia", anunció ayer el presidente Yasir Arafat, que se comprometió a "calmar la situación" en los territorios autónomos. La declaración de Arafat, interpretada como una llamada al alto el fuego, se producía 12 horas después de que el primer ministro Ehud Barak hiciera público un llamamiento similar, dirigido especialmente a las fuerzas de su Ejército, y diera señales de buena voluntad al decretar la reapertura del aeropuerto internacional de Gaza, de los pasos fronterizos de Rafah, con Egipto, y Allenby, con Jordania, y ordenara, asimismo, el levantamiento del bloqueo a las poblaciones palestinas. El mensaje de Arafat llamando a la calma puso en marcha un plazo de 48 horas, establecido por israelíes y palestinos en la cumbre de Egipto, a lo largo del cual las dos partes deberán aplicar otras medidas complementarias, hasta lograr la pacificación total de los territorios autónomos. El plazo finaliza el próximo viernes, a las 15.00, hora local, es decir, 12 horas antes de la apertura de la Cumbre de la Liga Árabe en El Cairo, de donde puede salir una orden de movilización contra Israel.

El presidente palestino se enfrenta en las próximas horas a una tarea titánica; desactivar la protesta callejera y poner fin a la Intifada. Para ello cuenta con el apoyo de sus incondicionales y de su burocracia, que deberá enfrentarse a la mayor parte de los partidos políticos nacionalistas palestinos, incluido un amplio sector de la formación gubernamental Al Fatah. La actitud rebelde de este sector cuenta a su vez con el apoyo de su rama juvenil, Shabibeh, y de la milicia armada de los Tanzim, así como con la colaboración de algunos de los ministros del propio Arafat, como Abdul Azeez Shaheen, encargado de la cartera de Abastecimientos, o del de Correos y Comunicaciones, Imad al Falouji, ambos vinculados a los movimientos islamistas.

Pero además la llamada a la calma de Arafat se enfrenta a la oposición de un grupo de parlamentarios palestinos, el Bloque de Alianza Democrática, capitaneados por Muawyie Masri, uno de los diputados más contestatarios de Cisjordania, que en los últimos meses ha estado impulsando documentos de condena contra la corrupción de la Administración palestina, a consecuencia de lo cual fue tiroteado en las piernas por unos desconocidos. Junto a ellos y haciendo frente común están los integristas de Hamás y Yihad Islámica. Hamás denunció ayer que la Autoridad Palestina ha vuelto a encarcelar a 25 presos que había puesto en libertad en los días anteriores.

"No creo que Arafat me pida poner fin a la Intifada. No podré controlar al pueblo", aseguraba ayer Marwan Barghouti, destacado miembro del Fatah, jefe de la milicia Tanzim y autoproclamado jefe de la nueva Intifada. Todas estas fuerzas palestinas, unidas en un frente común, convocaron ayer manifestaciones de repulsa contra los acuerdos de Egipto en todas las ciudades de los territorios autónomos, algunas de las cuales derivaron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad israelí. Al primer ministro israelí Ehud Barak le espera también una tarea ardua. Nos esperan días "se sangre y combate", advirtió ayer Barak, que hizo un llamamiento a la unidad nacional. Su llamada a la calma tiene sólo el apoyo de un 55% de la población, según las últimas encuestas, y se enfrenta a una oposición compacta encabezada por el partido Likud, que reclama más dureza con los palestinos y el fin del espíritu de Oslo. En este frente rebelde participa también el movimiento colono, fuertemente armado, uno de cuyos portavoces aseguraba ayer: "No haremos caso a las órdenes del Ejército" y "organizaremos nuestra propia protección". En la retaguardia permanecen además silenciosos los grupos radicales ultraortodoxos judíos, que han dado ya pruebas en los últimos días de su agresividad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_