Las mezquitas de Ciutat Vella carecen de capacidad para acoger a los fieles
El espectacular aumento del número de musulmanes que acuden a rezar los viernes a la mezquita del barrio del Raval desborda todas las semanas el pequeño local de la calle del Arc del Teatre. Cuando en el interior no cabe ni una aguja, quienes van llegando -entre 500 y 600 fieles- se ven obligados a hacer sus rezos en la calle, lo que disgusta a las autoridades municipales. Los representantes de la comunidad islámica llevan ya tiempo pidiendo ayuda al Ayuntamiento de Barcelona, al que acusan de tener una actitud "negativa".
La negociación iniciada el pasado mes de junio con la concejal del distrito, Katy Carreras-Moysi, no ha dado el resultado apetecido. La comunidad islámica Camino de la Paz recrimina a la representante del consistorio falta de voluntad para encontrar una alternativa. La lluvia caída el pasado viernes complicó aún mas de lo habitual la oración semanal: la mezquita de la calle del Arc del Teatre estaba hasta los topes porque nadie quería arrodillarse bajo la lluvia en la vía pública. La tensión vivida llegó hasta la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (FEERI), que acordó convocar movilizaciones e incluso pide la dimisión de Carreras-Moysi "por su actitud negativa en este asunto", según su representante en Cataluña, Marian Cabezos.La FEERI, organización que agrupa a 66 comunidades islámicas, entre las que figura Camino de la Paz, ha convocado a una concentración en la plaza de Sant Jaume el próximo día 27 para llamar la atención sobre la necesidad de encontrar un lugar de culto donde los musulmanes afincados en Barcelona puedan ejercer en condiciones dignas su derecho constitucional.
Los portavoces del colectivo que ha participado en la negociación insisten en que no quieren enfrentarse con nadie, pero consideran insostenible la situación. No entienden que en la concejalía de Ciutat Vella se les invite a trasladarse a otros barrios de Barcelona, como Sants. Admiten que el colectivo de inmigrantes paquistaníes ha crecido muy rápidamente, pero señalan que ellos no pueden impedir a nadie "la entrada a la casa de Alá".
Las quejas de la federación islámica han causado malestar en el distrito de Ciutat Vella. El gerente, Josep M. Lucchetti, puntualiza: "Nuestra misión no es buscar mezquitas ni convertir un polideportivo en un lugar de culto. Tampoco lo es la vía pública, y no podemos tolerar que se corte todos los viernes una calle para rezar". En el Raval hay dos mezquitas, y otras tantas en el Casc Antic, y resultan pequeñas ante el rápido aumento del número de feligreses.
Temporalmente el Ayuntamiento les facilitó el polideportivo público del Raval, situado en la calle de Sant Pau, para que pudieran acudir los viernes de julio y agosto. Les cobraban 15.000 pesetas diarias, a razón de 7.500 la hora, y ambas partes estuvieron de acuerdo. Sin embargo, en septiembre se les comunicó que debían buscar otro sitio, ya que el polideportivo sólo estaría disponible para la fiesta anual que celebran los musulmanes. "Un equipamiento donde se desarrollan actividades laicas no puede convertirse en lugar de culto", dice Lucchetti.
Fuentes del distrito se mostraron ayer tajantes: "No podemos tolerar que se corte la calle un día a la semana, y hace 15 días volvieron a hacerlo". El último episodio que ha acabado de complicar la situación ha sido el requerimiento municipal por el que se notifica que, de producirse algún altercado motivado por la ocupación de la vía pública, se hará responsable al presidente de la comunidad islámica.
Los representantes de Camino de la Paz insisten: "No pedimos un sitio bonito, simplemente queremos un lugar techado donde quepamos todos sin mojarnos". Quieren aclarar que lo último que desearían es enfrentarse a nadie, y menos al Ayuntamiento. Recuerdan que viven legalmente en el país y que si acuden muchas personas a la mezquita de Arc del Teatre es porque trabajan en la zona o tienen negocios cerca, y consideran que eso es bueno para el barrio.
"Se nos pregunta por qué viene aquí tanta gente y nosostros decimos que no llamamos a nadie. Vivimos legalmente, pagamos impuestos y nos duele cuando nos dicen que vayamos a otra parte". En Barcelona hay barrios, como Sants, que los inmigrantes evitan por temor a posibles agresiones de grupos racistas.
Los musulmanes son conscientes de que la religión mayoritaria en España es lotra, pero admiten que a veces les da coraje ver la cantidad de iglesias católicas que hay por todas partes, y casi todas vacías. Un portavoz de Camino de la Paz cuenta que recurrió a un sacerdote de origen filipino de una parroquia cercana, quien les dijo que no podía ayudarles, pero le agradecen la comprensión que les brindó.
Una docena de oratorios
Barcelona posee 12 pequeños oratorios islámicos diseminados por toda la ciudad pero carece de una mezquita suficientemente amplia para albergar al colectivo de musulmanes, que no para de crecer. El ofrecimiento hecho el año pasado a la ciudad por la familia real saudí de financiar la construcción de una mezquita suscita desconfianza entre los sectores más abiertos del islam, que discrepan de la visión integrista que tiene de la religión ese país. Prefieren lugares de culto más discretos y abiertos.La mezquita de Madrid, en la M-30, sufragada con capital saudí, es el ejemplo que los críticos refieren sobre lo que no debería suceder en Barcelona. No hay discusión, en cambio, sobre la necesidad, cada día más urgente según ellos, de dotar a la capital catalana de un lugar de culto para la comunidad islámica. La estrechez es el argumento para que una parte de los fieles -las mujeres- se queden a orar en su casa.
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