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LAS VENTAS

Les faltaba el hervor

Les faltaba el clásico hervor. A los novilleros, no a los novillos. Los novillos, por el contrario, salieron bien hervidos lo que, en lenguaje coloquial, significa enterizos, farrucos y carpetovetónicos.Con novillos así (extiéndase a toros así) quisieran los aficionados ver a más de uno que va por ahí con ínfulas de figura.

Novillos enterizos, farrucos y carpetovetónicos -bien presentados, fuertes y desbordándoles la casta agresiva, características de los de Navalrosal- son siempre duros de pelar para los toreros hervidos o sin hervir.

Para los faltos del último hervor, naturalmente, a mayor abundamiento. No se crea, sin embargo, que por estar en esa circunstancia se amilanaron los tres novilleros. Antes al contrario, presentaron pelea y buscaron el triunfo, cada cual según su saber y entender. Distinto es, claro, que lo consiguieran.

Navalrosal / Alcañiz, González, Procuna

Novillos de Navalrosal, bien presentados, fuertes -varios recibieron tres varas-, encastados, algunos mansos pero en general nobles.Gregorio Alcañiz: dos pinchazos y estocada (aplausos y salida al tercio); pinchazo hondo ladeado, rueda de peones y dos descabellos (aplausos y también pitos cuando saluda). Luis González: estocada caída (insignificante petición, aplausos y también pitos cuando saluda); dos pinchazos y estocada corta (pitos y palmas). Procuna, de Colombia, nuevo en esta plaza: pinchazo, estocada atravesadísima que asoma casi entera por el costillar, rueda de peones, estocada corta y descabello (silencio); estocada trasera (silencio). Plaza de Las Ventas, 15 de octubre. Un tercio de entrada.

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No lo consiguieron.

Por fas o por nefás, a los tres se les fue de la mano el triunfo, por la falta del hervor dicha o incluso porque ni siquiera habían empezado a calentar el agua del puchero donde se habían metido.

Pudo ser el caso de Procuna, colombiano y debutante, que destacó por su pundonor y por su verdor.

Verde estaba, el hombre. Llegó haciendo un paseíllo pinturero, caminaba por el redondel apoyando en la cadera el capotillo, no le faltaba detalle al componer la estampa, y en demostración de que nada se quedaba en la apariencia, recibió a sus dos novillos de rodillas, a porta gayola.

No fue suficiente. Los novillos tenían casta. Su segundo (que hacía sexto) añadió mansedumbre en tres varas fortísimas que le pegaron y si llegan a recetarle la cuarta tampoco habría sobrado.

Cómo pedirles a jóvenes inexpertos que dominen a este tipo de novillos y se hagan dueños de la situación. Procuna no se arredraba nunca, pese a que en cada pase que daba sufría un enganchón, le venían achuchones múltiples, el sexto lo volteó de mala manera. La afición venteña no lo descalificó, ni le expulsó de la cátedra y espera que vuelva cuando tenga aprendida la lección.

No desmereció en cuanto a coraje Luis González. Iba a por todas con acendrado valor. Sucedía, no obstante, que toreaba al revés. A su nobilísimo primer novillo le corría bien la mano aunque con la suerte descargada hasta la exageración. Al matar, el novillo no se le cuadraba... Suele suceder... Les pasa no sólo a los novilleros sin hervor sino a muchas figuras (la mayoría de ellas): cuando un toro no se cuadra es síntoma de que no lo han toreado de verdad. Y eso ocurrió con Luis González: que en vez de torear destoreó.

Con el novillo quinto apenas empleó las descargazones (de la suerte) y en cambio tampoco empleó el mando y la templanza que requería su boyante embestida, la mejor de la tarde.

Gregorio Alcañiz es otro tema. El hervor le falta, por supuesto -quizá no ha toreado lo suficiente- y sin embargo torería la tiene, conoce los cánones, intenta el toreo puro de parar, templar y mandar. No repitió, ni mucho menos, la lucida actuación de su debú en Las Ventas hace unas semanas pero no devolvió la oreja ganada entonces ni contradijo la buena impresión que causó su excelente interpretación de las suertes.

Por lo del hervor, probablemente, le faltó esta vez ligar -únicamente lo consiguió en su primera faena, que tuvo buenos detalles toreros-, matar -hace el volapié sin tiempos ni tino- y sobre todo templar, pues en su segunda faena prácticamente cada pase que dio acabó en un enganchón.

Valor, teoría, práctica y vocación. Eso es lo que necesitan los toreros para llegar a comprarse el mersede y un cortijo en Linares. Todos cuantos empiezan guardan alguna de aquellas condiciones y, al cabo, los que llegan a lo dicho, son los que reúnen las cuatro.

Los taurinos añaden "suerte". Bueno, podría ser; no es que se vaya a desdeñar. El infortunio acecha a todos, los toreros y los civiles. Ahora bien, muchas veces recurren a este tópico para justificar su fracaso y desmerecer el éxito de los demás. Parece como si fuese ley de vida que al saber lo llamen suerte.

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