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Corbera d'Ebre, con los brigadistas

Los brigadistas son de color blanco, casi transparente. Aunque ellos se definan rojos, sus cabellos, sus barbas, su piel y sus ojos son más claros que el gris. Tan sólo su indumentaria, coronada de pintorescas boinas y adornada con coloristas medallones, les hace destacar entre cualquier otro numeroso grupo de ancianos.Los ex combatientes internacionales que ayer se reunieron en Corbera d'Ebre (Terra Alta) para ser homenajeados, se distinguían también por un cartel colgado en el pecho: "Brigadista". En total, 40 supervivientes de los batallones internacionales volvieron al campo de batalla y pasearon por los despojos de un pueblo destruido por las bombas en la batalla más decisiva de la guerra civil, la del Ebro. Aquí lucharon, hace más de 60 años, "no sólo por defender a los españoles, sino por la libertad y la democracia", recuerda Teo Francos. A sus 87 años, puntualiza con una sonrisa pícara que su apellido se escribe con s, para que no haya confusiones. Menuda energía gasta un ex soldado prácticamente nonagenario que dice guardar una bala entre el corazón y la aorta. Fue fusilado ante la catedral de Bayona (Francia), su ciudad natal. La insignia de los paracaidistas frenó el balazo; le salvó la vida, aunque cayó desplomado en el suelo. Unos campesinos se hicieron cargo de él al descubrir que aún vivía. "Cuando meses después regresé a casa, mi madre iba de luto. Casi la mato del susto", recuerda entre risas.

Teo llegó a España a los 22 años acompañando a un grupo de jóvenes que pretendían participar en las Olimpiadas Obreras de Barcelona. Era el 17 de julio. "El 18 empezó esto y nos quedamos para integrar el 5º Regimiento de Somosierra". Tras ese día, Teo engarzó 10 años seguidos de guerras. "Marché de mi casa en 1936 y no regresé hasta 1946", comenta.

Teo Francos cree que el homenaje de ayer llega tarde, y lo dice por sus compañeros que ya no están: "Quedamos 22 de 10.000".

"Ya ve, yo aún estoy vivo", comenta a pocos metros de distancia Gregorio López Raimundo. A sus 86 años, el ex dirigente del PSUC se reclina en un banco de piedra para descansar. "A mí, la batalla del Ebro no me tocó. Me tocaron la detención, la condena y el exilio, y no recuperé mi nombre hasta que transcurrieron 20 años de clandestinidad". Optimista aún, López Raimundo no cree que el fascismo llegue a ser mayoritario en Europa y se siente satisfecho del desarrollo de la historia: "La derecha que gobierna ahora en España ha evitado que resucitara la derecha tradicional, y le puedo asegurar que no existe comparación entre una y otra".

El austriaco Hans Landauer sí luchó en el Ebro. "Quiero dejar claro que la lucha fue de los españoles y nosotros vinimos sólo a ayudar", señala. "¿Por qué?, vengo de una família socialdemócrata y campesina. Hubo un golpe contra un gobierno democrático y entonces había solidaridad. Ahora ya no existe", se explica. A su lado, otro ex brigadista le explica que él se alistó a los 16 años, y se cogen las manos. Unos y otros exponen sus vivencias. Apelan a su memoria con un hilo de voz mucho más débil que sus recuerdos.

Decenas de agricultores les brindaron también su reconocimiento. Representantes de Unió de Pagesos habían acudido al municipio para recordar al subdelegado del Gobierno en Tarragona, Raúl Navarro, que ellos, como los homenajeados, aún tienen que reivindicar la libertad como derecho fundamental. Pretendían mostrarle su indignación por el trato recibido el pasado 29 de septiembre, cuando sufrieron el ataque policial ordenado por Navarro para desarticular la protesta contra la subida del precio del carburante. El subdelegado del Gobierno en Tarragona no hizo acto de presencia. El alcalde de Corbera explicó que ante la previsión de posibles disturbios, el Ayuntamiento optó por retirar la invitación cursada a la Subdelegación del Gobierno.

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