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Eliseo Alberto ironiza sobre las jaulas modernas en 'La fábula de José'

"Soy un prófugo de la injusticia", dice el autor

Cine, poesía, humor. Muchos personajes, todos desubicados. Un zoológico humano como metáfora y símbolo de la indignidad y de la locura humanas, o como una denuncia de las celdas visibles e invisibles que nos encierran. Ésa es la abundante materia prima de La fábula de José (Alfaguara), la nueva novela del cubano Eliseo Alberto (1951). La presentó ayer, en Madrid, como "la novela libre y sin moraleja" de un "prófugo de la injusticia".

Ciudad posmoderna

Algunos verán en La fábula de José una metáfora 100% cubana: la isla, una inmensa cárcel. El exiliado de terciopelo Alberto, que ha regresado hace dos semanas de su país, no va tan lejos. Afirma que saldó todas sus cuentas con Castro en su Informe contra mí mismo, lo que le permite hacer "novelas libres, sin exabruptos". Y sólo acepta una lectura cubana de su libro: "Mucha gente quiere que Cuba se quede como está, que sea la jaula de la lucha contra Estados Unidos, el último bastión del socialismo, la tribuna de la dignidad. Y dejar a los cubanos en la jaula, y permitir que, mientras tanto, los empresarios extranjeros se forren con el turismo sexual. Eso es una humillación, un daño moral tremendo para la gente, que se ve obligada a cerrar los ojos ante situaciones terribles: niñas que se prostituyen, italianos que se las llevan a los burdeles del Mediterráneo como si fueran princesas abisinias, jóvenes que huyen para vender corbatas en el Metro de Madrid".Pero Alberto quiere que La fábula de José sea algo más, una reflexión sobre los sueños imposibles, sobre el hombre como misterio para sí mismo ("qué animal tan raro, que se pone corbata y zapatos"), y una metáfora sobre las celdas invisibles que nos atenazan: "Los prejuicios, las leyes, la desconfianza, las fronteras, el desamor, todo eso que dispersó la manada y nos convirtió en bestias rencorosas y peligrosas, en robocops de la modernidad...".

El protagonista, José González Alea (homenaje a su amigo Titón: la novela fue primero un guión para él, más tarde un relato de verano de EL PAÍS), es un joven cubano acusado de asesinato al que las autoridades ofrecen rebajar la pena a cambio de que permita que le exhiban en un zoológico como una especie más.

Su casa es una jaula y está en Santa Fe, el mismo lugar donde transcurría Caracol Beach, escenario imaginario ("ciudad posmoderna y fría, en la que nadie es de allí"), que Alberto sitúa a medio camino entre Miami y La Habana. La referencia a El hombre elefante parece clara, pero hay un caso parecido más reciente: Elián González. Y muchos programas de televisión triunfando en el mundo con similares exhibiciones de intimidad. "Acabé la novela cuando Elián estaba en la primera página de todos los medios. Nos contaron todo: si había jugado a la pelota o dormido suficiente. La novela es, también, una crítica al disparate de los medios de masas, a su deshumanización creciente. Los paparazzi fotografían la celulitis de una actriz. Gran Hermano nos enseña cómo hace caca una chica. Es la locura total".

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