Instituciones y poder en la Unión Europea
¿Quo vadis Europa? ¿O dónde vas, Europa? La pregunta que lanzara el ministro de Exteriores alemán, Joschka Fischer, antes del verano, y a la que contestó en un sentido federalista, no sólo no ha desaparecido, sino que vuelve. El no danés al euro; el interesante discurso del presidente José María Aznar recientemente en París; y el diseño de la Unión Europea que quiere, que esbozó el primer ministro británico, Tony Blair, el viernes en Varsovia, son todas respuestas parciales a un tema que los jefes de Estado y de Gobierno podrían abordar el viernes que viene en el Consejo Europeo en Biarritz, pero que no es objeto de las negociaciones sobre la reforma institucional que han de desembocar en diciembre en Niza, en un acuerdo que más que mirar al futuro plenamente a los ojos, intenta concluir el Tratado de Amsterdam, cerrado en falso en 1997.Como señala el principal inspirador del discurso de Blair, Charles Grant en su pensado y original esquema (UE 2010: una visión optimista del futuro, Centre for European Reform), "nadie ha logrado articular un modelo o una visión coherentes de cómo podría funcionar efectivamente una Unión Europea ampliada". Y sin embargo, empieza a ser urgente, aunque ya se habla de otra conferencia intergubernamental para 2003 o 2004, es decir, para preparar las instituciones a la ampliación.
En unos años, el equilibrio institucional ha cambiado en la Unión Europea. La crisis de la Comisión Europea con Jacques Santer, primero, y la falta de liderazgo de Romano Prodi, después; el cambio en el equipo de líderes de los Quince; o con la apertura a la cooperación de nuevos terrenos que tocan a las entrañas de la soberanía, como la policía, la diplomacia o los ejércitos, por no hablar de la moneda, la Comisión ha ido perdiendo poder a favor del Banco Central Europeo en el terreno monetario, y del Consejo de Ministros, en otros. En Estrasburgo esta semana, Prodi ha tocado la señal de alarma contra la erosión del llamado "método comunitario" y en contra de la creciente tendencia a que sean los Gobiernos los que decidan. El "método comunitario" reposa básicamente sobre un equilibrio entre Consejo, Parlamento Europeo y Comisión, por el cual ésta es la única que puede presentar propuestas que luego votan las demás instituciones y que reflejan el interés general.
Puede ser un debate falso, como ha advertido Blair. Pues pretender, más allá de los personalismos, que la política exterior, de defensa y de seguridad común, o la cooperación policial empiece en la Comisión es no atender a la evolución histórica. Las cooperaciones intergubernamentales pueden, como ha ocurrido con el Acuerdo de Schengen, acabar siendo comunitarizadas.
Ahora bien, en lo que Prodi tiene razón es en que una institución como la Comisión será aún más necesaria en una Unión Europea de casi 30 Estados miembros, aunque la Comisión ha de reconciliar eficacia y democracia, cuando de ninguna de estas cualidades ha andado sobrada en los últimos tiempos.
De momento, de las posiciones expresadas públicamente por los grandes en los últimos tiempos, cabe deducir que los tiros van por otro lado; a saber:
- Reforzar el Consejo Europeo de jefes de Estado y de Gobierno, "sin delegar nuestras responsabilidades", a la hora de "resolver las dificultades de manera conjunta", según Aznar, y fijando un programa anual de trabajo para la UE, según Blair.
- Transformar el Parlamento Europeo. Preocupa que vacíe de contenido a los Parlamentos nacionales. Por ello algunos hablan de añadir unos parlamentarios nacionales, y otros, como Blair, han propuesto la creación de una segunda Cámara formada por éstos.
- Debilitar o dejar la Comisión al margen de algunos asuntos, aunque Aznar afirmara que "los que presentan propuestas orientadas a debilitar la Comisión se equivocan". Pero si la Comisión, tras su anterior crisis, ha quedado rehén del Parlamento, también están forjando ambas instituciones una alianza de intereses -reflejada en el recibimiento al discurso de Prodi- frente al Consejo.
- Más geometría variable o "cooperaciones reforzadas", una tendencia que ha acentuado el referéndum danés y las perspectivas de una UE ampliada en Estados y en la diversidad de los intereses de éstos.
Desde luego ésta no es la "refundación del pacto comunitario" que pedía hace unos meses Jacques Delors, menos cuando nadie pretende hablar poniendo por delante a Europa. Amato, Aznar, Schröder, Blair o Chirac hablan en primer lugar de reforzar el poder e influencia de su país. Pues, en el fondo, es de lo que se está negociando: de poder y de influencia.
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