Cientos de inmigrantes son repatriados encerrados como carga en las bodegas de los transbordadores
Los traslados de Algeciras a Ceuta vulneran las leyes internacionales de seguridad marítima
Esta semana se produjo en Andalucía el mayor desembarco de inmigrantes indocumentados de la historia: sólo el martes, la Guardia Civil detuvo a 445. Pero también se llevó a cabo la mayor repatriación que se recuerda: entre el lunes y el viernes fueron devueltos a Marruecos 539. En la mayoría de los casos, la operación se efectuó vulnerando las normas de seguridad marítima. Los indocumentados hicieron la travesía desde Algeciras hasta Ceuta encerrados en las celdas de furgones policiales aparcados en las bodegas de los transbordadores que cruzan el Estrecho, según admiten dos de las tres compañías implicadas. La Convención Internacional para la Seguridad de la Vida Humana en el Mar establece que estos buques no pueden transportar pasajeros en el garaje por el grave peligro que correrían en el caso de un incendio, un naufragio o un desplazamiento de la carga.
Tres compañías cubren la ruta del Estrecho entre las dos ciudades españolas: Trasmediterránea, Euroferrys y Buquebús. La primera niega haber transportado estos días furgones con indocumentados en las bodegas de sus barcos. Pero las otras dos lo admiten. Según el jefe de flota de Trasmediterránea, Antonio Carrillo, esta práctica vulnera el convenio internacional Solas, que determina las condiciones de seguridad que deben cumplir los buques: "La regla 20.3 del capítulo II.1 dice que, durante la travesía, nadie puede permanecer en el garaje". Y añade: "Sólo la Capitanía Marítima puede exonerar a un barco de cumplir esta ley. Nosotros presentamos la solicitud correspondiente para este caso, pero nos la denegaron".Carlos María Quijano, director de flota de Euroferrys, declaró el viernes a EL PAÍS que esa misma mañana, su buque, Bahía de Ceuta, había llevado hasta la ciudad africana tres autocares con inmigrantes ilegales. Aunque el Estado paga a cada una de esas personas un billete de tarifa plena, como el de cualquier otro viajero, los furgones y su carga humana son considerados por la empresa "vehículos en régimen de equipaje". "Claro que sabemos que los inmigrantes corren peligro ahí abajo", admite Quijano, "pero imagínese que los subiéramos con el resto del pasaje. ¡Menudo espectáculo!". Y añade una acusación velada: "En este asunto, aquí todo el mundo mira para otro lado".
El 30 de diciembre, el jet transbordador Albaicín, de la compañía Buquebús, sufrió un desplazamiento de carga. Un golpe de mar hizo que varios vehículos que iban en la bodega chocaran entre sí. Lo cuenta el propio capitán, Somoza, para explicar por qué nadie puede ir allí abajo. "Todas las vías de evacuación y los chalecos salvavidas están arriba", explica: "El garaje va completamente cerrado". Sin embargo, Somoza permite que los repatriados y los agentes que los custodian corran el riesgo. Cuando se le señala la contradicción, el capitán se encoge de hombros y esboza una sonrisa irónica.
Pero no todos los capitanes se inhiben ante esta práctica ilegal. Al menos uno se ha rebelado.
A pesar de las presiones que ejercieron sobre él los máximos responsables de la comisaría de Algeciras, José María Badillo, capitán del Ciudad de Algeciras, de Trasmediterránea, se negó el jueves a que los inmigrantes viajaran en la bodega de su buque. Los 12 agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) enviados expresamente desde Sevilla para llevar a cabo la repatriación tuvieron que dejar sus vehículos en el garaje y escoltar a los 99 magrebíes hasta una sala del barco. Fue una travesía difícil: los detenidos habían sido maniatados con esposas azules y blancas de nailon trenzado y al menor descuido intentaban zafarse de ellas quemándolas o aflojándolas con ayuda de un compañero.
Badillo tiene 53 años. Hace 14 que alcanzó el grado de capitán, y declara no estar dispuesto a jugarse su carrera para hacerle una "chapuza" a nadie. "Si algo he aprendido en todos estos años", dijo a EL PAÍS el viernes, "es que, para evitar problemas, lo mejor es cumplir el reglamento". Según él, este asunto no ofrece dudas. Si los inmigrantes suben al barco con un billete como el del resto de los pasajeros, su obligación es tratarlos como tales: "En caso de inundación, arriba tendrían una oportunidad para salvarse. Aquí abajo se ahogarían".
El punto de vista del comisario de la ciudad Florentino Villabona es distinto. Justifica estos traslados "porque los inmigrantes magrebíes cada vez están más agresivos". La experiencia y el esfuerzo de los 25 hombres del Grupo Operativo de Extranjeros, que desde enero han repatriado a 8.968 magrebíes -el doble que en todo el año pasado-, le permitieron enfrentar esta semana la emergencia. Pero las instalaciones de la ciudad estaban a reventar. Debía devolver a los inmigrantes a Marruecos cuanto antes. Y anular todas las oportunidades para que ninguno se escapase durante el traslado. El método más seguro era que no bajaran de los furgones. Para ayudarle en la tarea, el Ministerio del Interior envió desde Sevilla a 22 agentes de la UIP. Los miembros de la unidad hicieron varios viajes diarios a Ceuta. En cualquier caso, no está claro que su esfuerzo haya servido de mucho.
Los repatriados fueron puestos en libertad rápidamente, puesto que no han cometido delito alguno en Marruecos, según declaró un alto cargo de la Embajada de este país en Madrid, que solicitó el anonimato. El diplomático, experto en asuntos de inmigración, afirmó: "Volverán a intentar cruzar el Estrecho. Si tienen éxito, conseguirán un trabajo negro en Europa. Si no lo tienen, alimentarán a los peces que luego nos comeremos usted y yo".
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