El líder derrocado defiende seguir jugando un papel como jefe del primer partido yugoslavo
Slobodan Milosevic, derrocado el jueves en medio de una insurrección popular, felicitó ayer a Vojislav Kostunica por su victoria en las elecciones y anunció su retirada. No obstante, pretende seguir desempeñando un importante papel político en Yugoslavia al frente del Partido Socialista Serbio. Así lo comunicó ayer al ministro ruso de Exteriores, Ígor Ivanov, enviado a Belgrado por el líder del Kremlin, Vladímir Putin, con un mensaje para Kostunica, que ya es el presidente de Yugoslavia. Horas antes, el Tribunal Constitucional yugoslavo declaraba que Kostunica había ganado por mayoría absoluta.
Las declaraciones de Ivanov son tranquilizadoras y preocupantes al mismo tiempo: "Milosevic puso el énfasis en su intención de buscar una solución de manera legal y pacífica, de evitar cualquier recurso a la fuerza. Al ser el líder del mayor partido político de Serbia, intenta seguir jugando un papel político en el país".La actitud de Milosevic conjuraba el riesgo de un desarrollo sangriento de la crisis, pero no suponía la admisión expresa de que ya no era presidente. Tampoco el mensaje que Putin transmitió a Kostunica a través de Ivanov cruzaba la frontera que separa la aceptación de los hechos consumados y el reconocimiento inequívoco como jefe de Estado legítimo.
"Espero", le decía el líder del Kremlin, "que, como líder de las fuerzas democráticas que han asumido la responsabilidad por el futuro del fraterno pueblo yugoslavo, haga todo lo posible para superar la crisis política interna". Le pedía, además, que se esfuerce para que la situación no se le escape de las manos, se mantenga "dentro de un marco legal" y se creen las "condiciones necesarias para fortalecer las bases legítimas de las ramas ejecutiva y legislativa del poder".
Para colmo, Ivanov aclaró al caer la noche que había sido mal interpretado cuando felicitó a Kostunica por su elección. Se refería tan sólo, hizo notar, a su victoria por mayoría relativa en la primera vuelta. Moscú ha venido defendiendo la necesidad de que se celebre la segunda ronda, y no ha abjurado todavía expresamente de esa posición, aunque probablemente lo haga ahora, tras la decisión del Constitucional yugoslavo.
Putin recordaba en su mensaje a Kostunica los "históricos lazos de amistad" entre los dos pueblos eslavos, y le prometía que el país balcánico contará siempre con el apoyo de Rusia para preservar su soberanía, independencia e integridad territorial", pero esas palabras quedaban también muy lejos del apoyo inequívoco que habría facilitado la reconstrucción de los puentes rotos con Moscú.
El nuevo presidente, a quien no debió hacerle ninguna gracia la ambigüedad rusa, no se privó de lanzar una crítica inequívoca al Kremlin. "Las discusiones sobre los resultados electorales", señaló, "eran innecesarias. Estoy profundamente convencido de que ésta será la última vez que representantes de la comunidad internacional y de países amigos como Rusia intenten resolver nuestras disputas internas".
La secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, se mostró satisfecha por la "buena noticia" que suponía para Yugoslavia el cambio de actitud de Moscú. "No hace falta que les diga", aseguró a los periodistas, "lo importante que es la pieza rusa para el pueblo yugoslavo". No obstante, se protegió de toda tentación de euforia al asegurar: "Esto no se acabará hasta que se acabe de verdad".
La actitud del ya ex presidente yugoslavo, sobre quien pesa una orden de busca y captura como presunto criminal de guerra dictada por el Tribunal Penal Internacional creado por Naciones Unidas para la antigua Yugoslavia, cortó las especulaciones de que podría encontrar refugio en el exterior, para facilitar una salida a la crisis y evitar un eventual baño de sangre. Como posibles destinos se hablaba de Rusia, Bielorrusia, Kazajstán y hasta de Grecia.
"Rusia llega demasiado tarde", titulaba ayer el diario Kommersant sobre la última iniciativa diplomática de Putin. A éste le faltó cintura para darse cuenta sobre la marcha de que Milosevic llevaba las de perder. Su oferta de recibirles a él y a Kostunica cayó en el vacío. La historia se jugaba en Belgrado, no en Moscú. Por su parte, el líder comunista, Guennadi Ziugánov, aseguró: "Esto no es democracia. Huele a marihuana, vodka y dólares".
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