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La arrogancia rectificada

El Pontificado no hiló fino en la declaración sobre el Señor Jesús. No es una encíclica papal, sino un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisición), que preside el cardenal Ratzinger, pero, antes de publicarse, Juan Pablo II despachó con el cardenal y ratificó el texto ["con ciencia cierta y con su autoridad apostólica", se dice al final de la declaración], para que no cupiera la menor duda de que lo compartía. Ya son dos las veces que el Pontífice ha tenido que hacer aclaraciones, por no hablar de rectificaciones, sobre la Dominus Iesus. Juan Pablo II tuvo que recular ante las críticas, casi lamentaciones, surgidas desde las otras religiones cristianas que también se sienten parte de la única iglesia que Cristo fundó, y ha tenido que escuchar también precisiones de fondo desde la propia jerarquía, entre otras la del famoso cardenal Carlo María Martini, que, en contra de lo proclamado por Ratzinger, sostiene que "la salvación es posible al margen de cualquier iglesia, si cada uno sigue la gracia de Dios y la conciencia moral".

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Pero la de ayer es, probablemente, la refutación que más dolerá al cardenal Ratzinger en su obligado papel de carabinero de la fe. Se trata de profesores de Teología de las principales universidades del mundo y de los autores cristianos más leídos. La presencia de Hans Küng, alemán y teólogo en el Concilio Vaticano II como Ratzinger, le habrá resultado especialmente amarga. Por incontestable. El cardenal sigue teniendo la sartén por el mango, pero ya no puede propinarle los sartenazos de hace algunos años.

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