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Llaves que no abren

Un olvido burocrático retrasa el realojo de los vecinos afectados por las obras de la catedral de Vitoria

Sala de firmas del Ayuntamiento de Vitoria, diez de la mañana. El alcalde, Alfonso Alonso, y el concejal de Urbanismo, Jorge Ibarrondo, escoltan en la presidencia de la mesa al consejero de Ordenación del Territorio, Patxi Ormazabal. Solemnemente, presentan y firman un convenio por el cual el Gobierno vasco entrega al consistorio un edificio rehabilitado en el Casco Medieval, que permitirá "de inmediato" el realojo de los vecinos desahuciados por las obras de restauración de la catedral gótica de Santa María. A cambio, el Gobierno recibe suelo en el barrio Salburua (una parcela por valor de 79 millones) para construir vivienda protegida en los próximos años. El acto es el punto final a dos años de negociaciones con los afectados, obras de mejora en la zona y un proceso un tanto tedioso. ¿Punto final? No.Aún estaba fresca la tinta con que se rubricó el acuerdo y los firmantes todavía guardaban la sonrisa tras posar ante los fotógrafos en el acto simbólico por el que Ormazabal entregó las llaves del edificio a Alonso y éste a su vez a Ibarrondo, cuando, al abandonar la sala, les aguardaba una sorpresa. En la salida les esperaban los miembros de la Agencia de Renovación Urbana, el organismo municipal que gestiona los asuntos relacionados con la vivienda en el Casco Viejo de Vitoria. Debían reunirse con urgencia porque había un problema. No todo estaba arreglado. Resulta que, por un descuido, el Ayuntamiento de Vitoria no tuvo en cuenta que para vender las viviendas a los vecinos necesita ceder antes el edificio a la agencia. Este paso no se ha dado. Requiere esperar a un próximo pleno municipal, es decir, al 20 de octubre. Es decir, que los primeros propietarios que habían recibido una cita para firmar mañana las escrituras de sus nuevas viviendas deberán esperar otro mes para poder efectuar el traslado.

El descuido no supone un trastorno grave para las 12 familias directamente afectadas. Sólo un trastorno más. A los vecinos les comunicaron hace dos años la necesidad de derribar sus actuales viviendas, adosadas a la catedral, para poder abordar la rehabilitación del templo gótico. El Gobierno vasco les ha rehabilitado un edificio cercano, en la misma plaza de Santa María, aunque nadie les regala los nuevos pisos. Tras cuantificar el valor de unas y otras viviendas, los vecinos deberán pagar la diferencia.

El traslado, sin embargo, se hace esperar. "Si me dicen que mañana me puedo cambiar de casa, lo hago rápidamente, pero te ponen la miel en los labios. Desde junio nos están diciendo que ya vamos a firmar las escrituras. Es el cuento de nunca acabar, una tomadura de pelo", se quejó ayer un vecino afectado, que asegura que las obras de rehabilitación del nuevo edificio "han tardado menos que el papeleo". Al menos, mientras la burocracia avanza a ritmo moroso, los vecinos tienen una casa donde vivir. Sólo faltaría que la misma Administración que se demora en entregarles la casa nueva les apremie a abandonar la vieja.

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