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Inflexión

Enrique Gil Calvo

Al margen de su loable firmeza antiterrorista y de la formal censura contra el irresponsable Ibarretxe, ¿cuál es la auténtica política nacional del Gobierno actual? El pasado septiembre, durante la clausura del congreso del Partido Popular de Cataluña que había solemnizado el giro catalanista de Piqué, el presidente Aznar reconoció el cruce de un "punto de inflexión" destinado a disputarle al nacionalismo periférico la hegemonía del centro derecha en su propio feudo. Semejante proclamación tenía una lectura catalana, como enseguida comentaré. Pero también cabe extenderla no sólo a Euskadi sino al conjunto de España entera, si es que Aznar se propone, como parece, reconquistarla para el Estado central allí donde subsistan resabios secesionistas.Vayamos por partes. Hay que reconocer que el giro catalanista de Aznar demuestra una astucia elemental. Pero no por lo que parece, que sería el lanzamiento del anzuelo Piqué sobre los mismos caladeros electorales en que pesca CiU, sino por los efectos de ruptura que puede provocar entre los dos miembros de esta coalición, agudizando las contradicciones que hoy les enfrentan en su carrera por suceder a Pujol. Por tanto, no se sabe si el giro busca erosionar las posibilidades de Duran, al que se tiene por adversario electoral más temible que Artur Mas, o empujar a los convergentes para que radicalicen su soberanismo, a fin de robarles su base electoral moderada. Probablemente, ambas cosas a la vez. Así lograría Aznar lo mismo que ya obtuvo en Euskadi durante la pasada legislatura, al tolerar por omisión la radicalización soberanista del PNV que le condujo al suicidio de Lizarra.

Pero esto es mera táctica, y el "punto de inflexión política" anunciado por Aznar parece ir más allá, por lo que cabría considerarlo como un cambio de estrategia en la cuestión autonómica. Durante el pasado curso político, en plena campaña electoral, Aznar presentó batalla al nacionalismo de frente y por derecho, y por eso proclamaba que fuera de la Constitución y los Estatutos no puede haber salvación.

Pero el cruel verano sufrido quizá le haya hecho rectificar, pues ahora regresa con argumentos más finos, capaces de reutilizar en su contra la propia retórica nacionalista. Por eso admite que en España existen diferentes "países" (por no decir naciones) y reconoce que el independentismo es legítimo, siempre que respete el imperio de la ley.

Y esto supone un claro avance, pues significa definir a los nacionalistas no como enemigos de España, sino como adversarios electorales en posesión de idénticos derechos. De ahí que Aznar se disponga a entrar ahora en su terreno, utilizando contra ellos sus mismas reglas de juego a la espera de vencerlos en abierta competición electoral. Pues, en efecto, la única forma democrática de acabar con el soberanismo secesionista es desafiarlo en las urnas y superarlo en número de votos. Es lo que ya consiguió la izquierda en Cataluña, aunque no así en el País Vasco. Y es lo que ahora ha de lograr la derecha tanto en Cataluña como en el País Vasco, según parece intentar Aznar. Por eso, de ser así, bienvenido sea este oportuno giro estratégico.

Pero una cosa es la buena intención y otra muy distinta los resultados. La cuestión autonómica es demasiado compleja como para resolverla con bellas palabras. Al margen de la crisis vasca, este curso político está cruzado por tres formidables obstáculos. De aquí a diciembre, el Gobierno se propone aprobar por real decreto la reforma de las Humanidades. El año que viene ha de negociarse el nuevo modelo Zaplana de financiación autonómica. Y, entretanto, el Plan Hidrológico va a poner a prueba la solidaridad territorial. Pero a todo esto, como ha denunciado Eliseo Aja, la reforma del Senado continúa pendiente, sin que apenas existan órganos de coordinación multilateral entre las 17 autonomías, lo que incentiva una perversa escalada en la puja al alza en que se ha convertido la negociación bilateral entre cada comunidad y el Gobierno central. Formidable tarea para quien intente dejar como legado político de su presidencia la refundación de España.

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